Fabiana

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"Una historia esperaba para ser escrita, escondida detrás de años enmarañados y desprolijos, donde se fueron tejiendo múltiples fantasmas, que amenazaban a cada instante con golpear la realidad. Una historia esperaba a que una mujer se atreviera a desgajar momentos y a enfrentarse con aquellas cosas que habían, poco a poco, cargado cada instante de significado. Una historia, una mujer, la vida."

miércoles, 17 de junio de 2009

Amo la Vida - Parte III- IV-V

III


Durante esta primera etapa cada día era un día diferente al anterior, y cada emoción estaba dejando pasó a la siguiente. De una manera muy inconstante iba pasando de la alegría al llanto, y sucesivamente del llanto a la alegría, lo que no podía negar es que este diagnóstico había ocasionado una verdadera revolución no sólo en mi interior, sino también a mí alrededor, entre quienes me rodeaban.
Hacía bastante poco tiempo, una tarde había visto a Gus desarmarse y llorar cuando se enteró del diagnóstico de cáncer de una persona muy cercana. Sin embargo, en ningún momento lo había visto doblegarse frente a mí, siempre se mostró entero y seguro de que todo iba a salir bien y me brindó su apoyo incondicional , llenándome de palabras de amor y de gestos de ternura. Hoy sé que este ha sido un pilar fundamental en mi tratamiento, sin el cual seguramente todo habría sido muchísimo más difícil, pero sé también que él no debió permitirse que fuera de otra manera, tan solo porque yo lo necesitaba fuerte y entero.
En un principio, mis hijos parecían ajenos a la situación, sin tomar conciencia real de mis angustias y mis temores, pero en ese entonces yo era totalmente responsable de que así fuera.
Siempre había tratado de convertirme en una “superpadre”, aquella que todo lo puede, que acompaña, contiene y sostiene, la que cubre los espacios que cada uno de ellos necesitaba. Esa “superpadre” no tenía espacio para el “no poder” con algo, ya que se trataba de una especie de mujer maravilla, que había dejado de lado sus propias necesidades para cubrir la de los otros.
Sin quererlo realmente había enseñado más sobre el egoísmo y la demanda constante y persistente que sobre la entrega y el amor.
Ahora era una mamá que no tenía espacio para nada más que no fuera ella misma, eran mis propias urgencias y mis propios miedos los que nos enseñaron a todos a crecer como familia.
Recuerdo que algún momento de esta primera etapa, Julián, que estaba por ese entonces bastante enojado conmigo, pudo manifestarlo y decirme -“desde que te enfermaste, vos no sos la misma”, a lo cual no pude evitar responder que tenía razón, pero que la que estaba enferma era la mamá que yo venía siendo.
Al escucharme decirlo es que tomo real dimensión de que algo se había movido en la estructura familiar. Es cierto que me había empezado a convertir en un ser egoísta, pero eso era lo que necesitaba y realmente no tenía energía para poner en ningún otro espacio que no fuera el de mi propia curación.
Estas primeras etapas fueron de reclamos y enfrentamientos, de demandas insatisfechas y empezaron a tomar cada una de las situaciones, su real dimensión. Una reunión del colegio pasó a ser sencillamente lo que era, “una simple reunión del colegio” y comencé a darme cuenta que realmente no sucedía nada si no asistía. Lo mismo comenzó a ocurrir con cada una de las cosas cotidianas que yo me había ido inventando como obligaciones impostergables en estos últimos tiempos. El ser la primera en despertarme para preparar el desayuno a mi hijo adolescente, aunque no tuviera ganas, parecía más un trabajo que un placer cotidiano, pero por sobre todo, ya no era necesario. Hacía mucho tiempo que yo me las había inventado y me sobreexigía por cumplirlas aunque mi cuerpo y mi espíritu estaban agotados y doloridos.
La mamá que comenzó a aparecer en mí pudo decir “no puedo”, ”no quiero” y “ no tengo ganas” , y poco a poco empezaron a aparecer espacios que eran de otros , que yo había asumido pero que no me pertenecían .Esto no les había permitido crecer a quienes me rodeaban, ni hacerse cargo de sí mismos.
Por ese entonces, empecé demandar afecto a mi alrededor, casi probando las respuestas, intentaba comunicar de manera más abierta mis sentimientos y disfrutaba de sorprenderme de que los gestos de afecto aparecían por todos lados. Cada momento comenzó a tomar otro significado, casi como algo nuevo, no descubierto. De pronto me encontré una mañana de sol sentada en el jardín de casa, tomando mate con Gus y descubriendo el placer en ello, como si fuera la primera mañana….
Silvia, mi cuñada, me escribe un día un mensaje de texto en el que me dice:-” el día que recibiste el diagnóstico empezaste a curarte”,me pareció tan simple como verdadero .Desde ese entonces suelo pensar que muchas veces vivimos sin darnos cuenta de nuestra propia enfermedad, hasta que explota en nosotros un síntoma que nos sacude y que invariablemente nos pone a prueba. Hacerse cargo y darse cuenta parecen frases sencillas, cortas, ¿cómo no hacerlo? solemos preguntarnos, pero la respuesta tarda en llegar porque invariablemente la realidad encierra un complejo entramado de fantasmas que uno no se atreve a recorrer ni a enfrentar, a veces durante toda una vida.






IV



Hacía tan solo una semana que me habían diagnosticado cáncer y había logrado pasar de la ira inicial a un estado de aceptación y de expectación. Sin embargo todavía faltaba algo, sentía que podía hacer más por mi misma, aunque no estuviera verdaderamente segura de qué se trataba.
Empecé a recordar que alguna vez había escuchado a Gustavo Garzón, el actor, hablar de un libro que lo había ayudado en su proceso de tratamiento del cáncer. Sin embargo, no estaba demasiado segura de qué libro se trataba, ya que sólo tenía presente algunos comentarios que él había hecho en un programa de televisión. En ese entonces, había rescatado como positivas su actitud de lucha y su entereza para enfrentar la enfermedad y creo que eso fue fundamentalmente lo que me motivo a seguir investigando. Internet se desplegó como un mundo de posibilidades infinitas, aparecían miles de páginas sobre el tema, entrevistas al actor y blogs donde la gente opinaba sobre las bondades del libro. Aunque no había un acuerdo sobre el nombre del libro, para algunos se trataba de “El Secreto” Rhonda Byrne y para otros “Recuperar la salud” de Simonton.
Desde muy chica había disfrutado de leer todo lo que cayera a mis manos, era capaz de devorarme un libro de corrido, aunque me quedara una noche entera sin pestañear. Me gustaba usar una linternita para quedarme escondida debajo de las sábanas para leer, porque teníamos que apagar la luz después de un rato, que siempre me resultaba escaso. Recuerdo haber crecido con un libro siempre entre las manos, pasando de relatos fantásticos y cuentos clásicos a La Ilíada y La Odisea, casi como en un camino del cual no podía alejarme. La colección Billiken pasó a ser el único regalo de cumpleaños que yo siempre quería tener, y si por casualidad me regalaban alguna otra cosa, siempre buscaba cambiarlo por el título que me faltaba. Las visitas a casas de los parientes me resultaban interminables, claro está, hasta que hallaba alguna biblioteca medio perdida y empezaba a husmear por allí. Así fue como los primos lejanos de mi viejo, cuyos nombres no recordaba jamás, pasaron a ser “el de las revistas de historietas…” o “el que tiene la Biblioteca del Estudiante…”, y así con todos ellos.
Mis idas al baño llevaban y traían revistas de historietas y libros, que se acumulaban en un banquito, para poder variar las opciones. Las vacaciones eran viajar con un paquete de cuentos y revistas en el auto, hasta llegar a algún departamento en Mar del Plata y buscar (con los ojos y siempre de la mano porque TODO era muy peligroso….) una casa de libros y revistas usados, de esos que había a montones. Así fui creciendo, entre el olor de las páginas de “El Tony” e “Intervalo”, las revistas de historietas y los libros que iba encontrando, claro está que siempre fue una búsqueda bastante solitaria que me hacía aparecer ante los demás casi como un bicho raro.Recuerdo haber esperado, cada quince días, el tomo de la enciclopedia Salvat que en casa se estaba comprando, casi con la ansiedad de un cumpleaños. Buscaba palabras nuevas y miraba las imágenes, con tan solo ocho o nueve años.
Cuando fui siendo adolescente revolvía los puestos del Pque. Rivadavia buscando textos baratos que no conocía y así descubrí a Borges, Bioy Casares y, García Márquez. Más tarde fueron las librerías de Corrientes y Avda. de Mayo, el ir y venir hojeando contratapas, preguntando y eligiendo un texto, para después sentarme a tomar un café y empezar a leerlo.
Cuando empecé “esta” búsqueda, no tenía mayores referencias ni de los autores ni de los textos, sólo tenía una necesidad , fue así como los encontré a ambos y me dí cuenta que lo que yo buscaba en ese momento era “Recuperar la Salud”, un texto dirigido a pacientes con Cáncer y su familia, donde se revisaban algunos aspectos que hacían a la génesis de la enfermedad y a los procesos internos que cada uno de los pacientes debían poner en marcha para iniciar el camino de la curación.
El segundo paso fue recorrer librerías y encontrarme que ese era un libro agotadísimo, de una editorial española, imposible de conseguir. Entonces decidí que debía utilizar las herramientas que tenía al alcance para ampliar la búsqueda, y sin saberlo comencé a construir una maravillosa red. Nos pusimos en marcha, cada uno a su manera, cada uno a su tiempo y con sus propias características, para tratar de encontrarnos, al libro y a mí y para descubrir por qué era tan importante leerlo y qué cosas tendría que aprender de esta experiencia.
Victoria, mi hija del alma, alguna vez había sido compañera de escuela de un sobrino de Gustavo Garzón y trató de ponerse en contacto con él a través de ese medio, mientras Gus propuso comprarlo directamente a la editorial española, con lo que eso pudiera costar. Ninguna de estas respuestas me resultaba suficiente, sentía que debía hacer algo por mí misma y para eso debía abrirme a quienes me rodeaban, explicar lo que me estaba pasando y tratar de que la mayor cantidad de personas compartieran esta búsqueda. Escribí un mail a mis “contactos”, en realidad mis afectos más cercanos, describiendo la situación y pidiendo ayuda. Mucho tiempo después me di cuenta que esto se había transformado en un motor interno muy importante para mí y me había abierto de una manera que nunca lo había hecho. Nuevamente la Fabiana todopoderosa, que siempre brindaba ayuda, la que tenía una respuesta para todo (o para casi todo) dejó espacio para que surgiera una personita que gritaba “no me dejen sola” “los necesito”, casi infantil, casi desde la angustia más absoluta, pero que al hacerlo empezaba a sentir una increíble fuente de energía. Yo siempre me había nutrido de mis afectos y me había preocupado por “estar” cada vez que fuera necesario.
Entonces escribí. Me sentí bien, en realidad más que bien, pero lo más importante sentí que “iba a poder”.

“Hola a todos!

Quizás algunos de ustedes ya lo sepan, o se habrán preguntado por qué no me andan viendo por el jardín, (lo que sucede es que estoy de licencia médica aunque a mi me gusta decirle "licencia por la salud")
Después de cinco años de batallar, ser consecutiva y prolija en los controles médicos y de dedicarme con mucho amor y energía a ser una maestra, madre y mujer por demás obsesiva y dedicada a lo que le más le gusta, es que hoy me encuentro nuevamente con un diagnóstico difícil , una nueva prueba a superar.
Sin querer abrumarlos con detalles, me encuentro hace unos pocos días con una recidiva de un carcinoma mamario y estoy realizando estudios varios en estos días.
Es un momento difícil y complicado para todos los que están más cerquita, que están como desesperados por cuidarme y darme fuerzas y yo sumamente agradecida de que compartan la idea de que la energía positiva genera más energía y esto ayuda a que uno se sienta mejor y que a los tratamientos surtan su efecto más velozmente.
Les escribo porque tengo un pedido especial que hacerles y quizás alguno pueda ayudarme. Estoy tratando de conseguir un libro que se encuentra agotado ( y sí, además soy lectora asidua y fanática y suelo llenarme de autores como Saramago, Paul Auster, García Marquez y Galeano, entre otros.......)En este caso es un libro que habla sobre como Recuperar la Salud en situaciones de enfermedades como el cáncer , quizás alguno haya escuchado hablar de él al actor Gustavo Garzón, que lo hizo público en un programa de tv.

Mi idea es multiplicar esto para tratar de saber si alguien puede conseguirlo, sabe como hacerlo o cómo obtener una copia (juro que si se puede comprar lo hago........)

El título es "Recuperar la Salud, una apuesta por la vida" y los autores son Stephanie Matthews y Carl Simonton, se trata de la Editorial "Los libros del Comienzo" (España),

Un último pedido, los que me conocen bien saben que tiro siempre para arriba, creo profundamente en la espiritualidad y la fuerza interior y en que todos tenemos algo para dar a los demás , por eso les escribo, porque están entre mis afectos y alguna o varias veces hemos podido encontrarnos en este camino para ayudarnos a crecer.

(Creo que muchos de ustedes entenderán lo que esto significa y comprenderán que dejo afuera la compasión o la lástima siempre,)

Sinceramente GRACIAS a todos y muy especialmente a los que están acompañando la energía que busco encontrar, con su buena onda y deseos.

Fabi (y por supuesto Gus, Mai, Vicky y Juli) “


Había habido un grito desesperado, un pedido de ayuda y casi sin quererlo una manera de exteriorizar lo que me estaba pasando. Cuando comencé a escribirlo no pensé realmente que quien lo leyera estaría recibiendo una noticia difícil. Traté de expresar con sencillez y sin mayores eufemismos la situación de mi enfermedad, pero de algo estaba segura al hacerlo, no deseaba que quienes lo leyeran pensaran “uy pobre” y mucho menos que se compadecieran de mi situación. Por eso tuve un especial cuidado en los últimos párrafos del mail, necesitaba aclarar que cada uno de los llamados contactos, habían sido elegidos por algo. En cierta forma había algún tipo de conexión muy especial con cada uno de ellos, como lo denominé en ese momento “una o varias veces nos habíamos encontrado en este camino para ayudarnos a crecer”. A lo largo de mi carrera docente, pero especialmente en los últimos años, había ido construyendo fuertes vínculos con cada uno de los grupos de niños y familias con los que había trabajado. Cuando comienza el año, familias, nenes y la maestra nos miramos con cierta desconfianza, no nos conocemos y esto nos produce una rara sensación. A medida que transcurren los días, nos vamos descubriendo, construyendo un código en común y estableciendo lazos de afecto, para sustentar la tarea. Ese espacio de confianza que se va generando, permite que nos apoyemos mutuamente y que acompañemos cada uno de los pasos que los chicos van dando en la escuela. Muchas veces somos testigos de los cambios, las crisis, los temores y las inseguridades de cada familia, también de alegrías compartidas. En ese ir y venir de afectos las maestras solemos ser parte de la historia familiar, y construimos nuestro rol a partir de este intercambio. Me gusta decir que aprendo con mis grupos , a partir de lo que descubro en ellos, de las nuevas miradas que abrimos sobre cada tema (porque siempre hay nuevas miradas si uno está dispuesto a encontrarlas…), pero también me gusta decir que me gusta verlos crecer y ser parte de los cambios y enriquecerme como persona con lo que recibo. Con muchas familias seguimos cerca, tan cerca que los considero mis afectos, y he recibido de ellos más de lo que alguna vez esperé.
Durante esa mañana, una tras otra surgieron respuestas a mi mail, y asombrosamente comencé a respirarlas como si fueran aire puro…

“(…) mi correo ahora es para decirte que desde aquí yo voy a rezar para que todo salga muy bien y seguro que va a ser así porque junto conmigo van a estar muchas personas haciendo lo mismo ,los que te conocemos poco y te queremos como una amiga de toda la vida, los que te conocen de toda la vida, los que no te conocen pero saben por nuestras anécdotas de tu vida y de tu persona, TODOS los que alguna vez te tratamos, te hablamos o te escuchamos o te miramos eso ojos limpios y purísimos vamos a estar pidiéndole a alguno de nuestros dioses personales para que todo salga como le tiene que salir a una mina como vos: GENIAL.(…)”


Cuando Caro mandó este mail (que como siempre es en realidad muchísimo más largo) sentí que las lágrimas eran incontenibles, era el primero que recibía y no podía parar de llorar. La angustia de los primeros días había sido terrible y aquello que parecía imposible de enfrentar empezaba a cambiar de forma. Al poco tiempo entendí a que se refería Caro con “los dioses personales”, nunca había logrado imaginar que la energía podía adoptar tantas, pero tantas formas diferentes y que todas podían llegar a ser tan increíblemente bellas y fuertes.
Comencé a entender por primera vez que cuando hablábamos de dioses y de creencias, todos estábamos hablando de cosas similares, aún sin saberlo. Hay un tiempo en donde cada uno de nosotros necesita encontrar “Esa” energía, la que nos sostiene cuando quedan muy pocas cosas en pie a nuestro alrededor y es “Esa energía” la que adopta las diferentes formas según nuestra mirada.
En cada una de las respuestas había un común denominador, un afecto sincero, una mano abierta y un corazón dispuesto a acompañarme en esta etapa. Sentí mucha fuerza a medida que las iba recibiendo a cada una de ellas y comprendí que esa energía positiva estaba ayudando en mi curación, que se multiplicaba y me llenaba de fuerzas. Por ese entonces, dediqué bastante tiempo a responder y contestar cada mensaje, y a agradecer lo que estaba recibiendo. En algunos casos se trató de oraciones y rezos de diferentes credos, en otros de información concreta sobre posibles curas milagrosas y sanaciones, otros me contaban sus avances en la búsqueda del libro, que seguía siendo difícil de encontrar ,pero en todos los casos sentí mucho respeto por lo que recibí .Casi sin proponérmelo aprendí de las bondades de cada virgen y de los dones Espíritu Santo , de los milagros que obra la Fé a través de la fuerza de muchos corazones deseando algo, y por sobre todo aprendí de actitudes desinteresadas y de la gente.
Descubrí que hay corazones maravillosos, desprendidos y abiertos, que a veces están ocultos porque otros no los dejan brillar, y me descubrí a mí, buscando en las múltiples formas de la espiritualidad, mi propia fuerza interior. Fuerza que, admito, no estaba segura de poder construir y sostener.
A medida que transcurrían los días, fui armando una carpeta con todo lo que había ido recibiendo, y esa carpeta comenzó a viajar conmigo a todos lados, a cada estudio, a cada consultorio del Hospital. Allí estaban las cartas, las tarjetas, los dibujos, las estampitas, las imágenes de la virgen, las dedicatorias y la lista sigue casi infinitamente…
Muchas de las respuestas que recibí pude haberlas imaginado, soñado, esperado, palabra por palabra.
Otras, lograron sorprenderme por lo que expresaban, algunas tan solo con palabras, simples pero bellísimas, de esas que solo salen del corazón. Otras parecían poemas pensados desde el alma, muy elaborados, de esos en los que uno decide acunarse y dejarse llevar a tierras desconocidas.
Algunas fueron escuetas y concretas, sin eufemismos y diciendo “manos a la obra” y “estoy con vos”.
Otras, las menos, fueron vacías, sin fuerza, casi imperceptibles, dolorosas. A esas, las dejé ir en el universo virtual, donde van las cosas que no tienen dueño ni corazón.
En esos días mi energía viajó caminando a Luján en el corazón de Roberto, mi inolvidable “Saavedra” de hacía un par de años en una fiesta escolar. Siempre habían estado allí, atentos y cercanos, acompañando cada gesto, pero ahora se brindaron abiertamente con su Fe, me la entregaron con la seguridad de quien sabe que con ella se mueven realmente montañas y me entregaron su Virgen, para que me acompañara.
Mi incipiente energía recorrió el país en una red de bibliotecas virtuales buscando el libro, gracias a Silvia y Pablo, así, como son ellos como papás y como personas, llenos de palabras y de amor, sencilla pero increíblemente sabios .Así aparecieron otras Silvias y otros Pablos desconocidos, preguntando preocupados, escribiendo palabras en un mail tan solo para decirme que deseaban que estuviera bien y que me daban su apoyo. Gente desconocida, dispuesta a apoyar, que anónimamente acompañaba la energía que yo buscaba encontrar.
Me enteré del significado de la palabra “constelar”, a través de las explicaciones de Ale, que me ofreció respetuosamente un espacio, su propio espacio terapéutico, para revisar mis historias, mis vínculos, aquello que me había enfermado. Llegó a encontrarse con un libro de Simonton, el segundo que él había escrito y lo puso en mis manos. El día que fui a buscarlo a su casa Jorge interrumpió la clase de Saxo, salió a abrir la puerta y me entregó unas palabras muy bonitas junto a un abrazo cargado de luz. Sentí en ese abrazo que me brindó, tanta fuerza y tanta energía, que me fui “brillando” a devorarme el libro.
Más tarde me fueron llegando un universo de pociones mágicas y recetas milagrosas que ni sabía que existían, de uno u otro lado me llegaron detalles sobre el beneficio de los gorgojos, los curas sanadores, los curanderos y manosantas que habitaban el país en los lugares más increíbles. En ese momento, estaba segura de que necesitaba sostener la confianza en la medicina tradicional y que antes de desear una cura milagrosa debía enfrentarme a las cosas internas que me habían enfermado.
Allí muchos estuvieron, otros aparecieron sin estarlo, a otros los descubrí, y otros se mostraron tal cual eran, pero allí los velos comenzaron a caer y a dejarme “mirar” abierta y sinceramente con el corazón, a quienes me rodeaban.
Allí pude recibir, casi como si fuera la primera vez.
Mi energía estuvo presente en muchas casas, y volvió fortalecida para el siguiente paso.
Como dice Galeano, hay diferentes tipos de fuegos y cada una de estas buenas energías representaba un fuego con sus propias características, pero todos sin dudarlo, brillaban con luz propia.
Algunas respuestas, muy pocas, no habían aparecido entonces, pero llegué a comprender que no todos pueden sobreponerse y encontrar las palabras, yo misma no había podido hacerlo en muchas ocasiones. Hubo entonces un “fuego” intenso, de esos que queman e iluminan todo lo que tocan, que sorpresivamente no había respondido enseguida, lo cual me llamaba mucho la atención, pero no sería sino hasta unos días después que comprendería el por qué de esta ausencia. De pronto, un mensaje claro, concreto y esperanzador, Ariana había localizado el libro y me lo estaba acercando a casa. De una manera increíble, estaba allí, sentada a mi lado en el living, contándome los entretelones de una búsqueda, de idas y venidas y entregándome prolijamente fotocopiado y, anillado el libro que estaba buscando. Así, como es ella, lo puso en mis manos con la certeza de una tarea cumplida.




V


De manera casual se habían cruzado en mi vida dos hechos que comenzarían a transformar mi historia, la llegada del libro “Recuperar la salud” y la primera entrevista con una terapeuta. Había pedido ayuda y allí estaba tratando de enfrentarme a mis propios fantasmas.
Las palabras saltaban de mi boca entremezcladas, confusas y cargadas de angustia, recuerdo ir de un tema a otro, hablando de la muerte de mi mamá y de mi enfermedad como si una cosa no pudiera concebirse separada de la otra, pero sobre todo recuerdo la sensación de la angustia brotando sin parar, como si fuera esa la primera oportunidad en la que lograba encontrarme frente a mis emociones y a solas conmigo misma. En un momento la terapeuta tomó una hoja pequeña y escribió la palabra CÁNCER, así en letras de imprenta mayúscula, en el centro de la hoja y la colocó frente a mí. Miré la palabra y recuerdo quedarme muda, impactada, mientras ella explicaba como mi vida había comenzado a girar en torno a esa palabra, de una manera arrolladora. Y allí estaba, “la enfermedad” , esa enfermedad que cuesta tanto nombrar y poner en palabras, que tiene tantos sinónimos nefastos, la que da miedo, la que sacude hasta las fibras más íntimas, la que hace que uno crea que “todo” terminó, la que algunos piensan que puede contagiarse, la que nadie quiere tener cerca, la que no se puede nombrar….
Allí estaban mirándome esas seis letras, desde el centro de la hoja, enfrentándome a mis propias fantasías de muerte, a mis terrores infantiles, a mis historias inconclusas, a mis demandas insatisfechas, a mis partes controladoras y obsesivas, a mis dudas y a mis inseguridades, a toda mi vida.
Y fue allí cuando comenzó a perder fuerza y poder, cuando pude empezar a nombrarla y a darme cuenta de que mi vida se había transformado de una vez y para siempre.
La terapeuta comenzó a explicar, casi como una maestra enseñando las primeras letras, como se produce el cáncer, habló de células, de genes y del sistema inmunológico. Me estaba acercando al cáncer desde otro lugar, no importaba ya el estadio, ni la capacidad invasiva, ni las posibilidades de metástasis, importaba que pudiera ir comprendiendo poco a poco que este proceso no se trataba de “una lucha”, sino de todo lo contrario, de un “encuentro”. Era mi cuerpo el que había abierto un espacio para desarrollar la enfermedad y debía desandar los caminos que me conducían al significado de la misma. Recuerdo entonces una línea trazada debajo de la palabra CÁNCER, y a la terapeuta delimitando el espacio de los médicos en la parte superior, allí iban a actuar con los diferentes tratamientos. Mi espacio estaba por debajo de una línea que comenzó a dibujar, allí escribió una serie de ítems. Parecían muchos, diferentes e interminables, allí se entremezclaban la mala alimentación, la falta de sueño, los problemas laborales, las situaciones familiares, las angustias, los cambios de hábitat, las tensiones, las pérdidas, la vida sedentaria… Cuando pude leerlos, sentí el pecho estrujarse como un puño en el centro, no había logrado escapar a ninguno de ellos. Mi vida en los últimos meses se había transformado en un continuo de situaciones de tensión y malestar, discusiones y angustias trabadas, por primera vez estaba pudiendo entrever que el cáncer se había transformado en la única salida que yo había encontrado para sacudirme de tanto dolor.

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