Fabiana

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Argentina
"Una historia esperaba para ser escrita, escondida detrás de años enmarañados y desprolijos, donde se fueron tejiendo múltiples fantasmas, que amenazaban a cada instante con golpear la realidad. Una historia esperaba a que una mujer se atreviera a desgajar momentos y a enfrentarse con aquellas cosas que habían, poco a poco, cargado cada instante de significado. Una historia, una mujer, la vida."

miércoles, 21 de octubre de 2009

Amo la Vida- Del cáncer a la transformación- Parte XXI -

XXI

El torbellino de emociones que me había dejado el haber atravesado una situación tan delicada de salud, se había encontrado por primera vez con una imagen que devolvía el espejo, casi como una manera de gritarme que debía despertar y dejar de esconderme detrás de una máscara. Allí estaba yo, observando atentamente a esa persona en el cristal, que por momentos se me antojaba desconocida, y que osaba mostrarme de una manera descarada, las huellas que el cáncer había dejado en mi cuerpo,
Esa mujer calva, con el vientre hinchado y que apenas podía caminar encorvada, se me antojó una extraña sumamente vulnerable, pero allí estaba, analizando cada uno de mis propios gestos, como si fuera la primera vez que me observaba.
Esos días de internación en el hospital se habían convertido en profundas marcas en el cuerpo, además de las del alma. Allí asomaban tibiamente las noches de sueño desparejo e interrumpido , mientras los restos de la infección, el cansancio extremo, el andar lento y la curvatura de la espalda , me señalaban una y otra vez que debía aprender sobre mis propios pasos .
Mi cuerpo había llegado a un límite preciso ,allí entre la vida y la innombrable muerte .Necesitaba recomponerse y volver al equilibrio de cada una de sus funciones. Allí estaba yo, tratando de interpretar las señales y descubriendo poco a poco como podía acompañarlo en ese proceso.
A los pocos días de estar en casa, entre libros y trasladándome apenas de un sillón a la cama , volvió la fiebre y tuve que regresar al hospital. Otra vez, la guardia, los estudios, las interminables tomografías, tan solo para decir lo que yo intuía: mi alta había sido muy temprana, y necesitaba algunos días más de internación , para recuperarme.
En esta ocasión, me encontraba más serena y había podido repasar mentalmente muchas de las cosas que me habían sucedido, esto me había dado una nueva perspectiva. Iba a esperar los tiempos que mi propio cuerpo requiriera para volver a estar bien, sin apuros, sin falsas expectativas, sin dibujar una Fabiana saludable a cada visita de los médicos.
En toda esa etapa tuve muchos altibajos emocionales y trataba de sobreponerme a ellos , sin presiones ni exigencias. Los dejaba aparecer buscando entender que significaban , por momentos me sentía sobrecogida por la debilidad y la angustia y en otros, no tenía dudas de que el universo se encontraba de mi lado, para que las cosas salieran maravillosamente bien.
Sentía mi cuerpo enfermo y recuperándose, pero también sentía por primera vez, como se sucedían unas a otras las situaciones en las que mi cuerpo era agredido e invadido por los innumerables intentos de la medicina tradicional de comprender y ponerle un nombre a lo que me sucedía. Me realizaban estudios de manera constante, para evaluar todas las variables, me extraían sangre varias veces por día y me despertaban durante la noche para darme medicación y cambiarme el suero . Estaba excelentemente atendida, y sin embargo, lo único que deseaba internamente era estar en paz, entre mis paredes y mis afectos.
Por ese entonces , se habían sucedido una serie de hechos que se me antojaban poco casuales, y que seguramente habían ocurrido con la simpleza de las cosas que no tienen una explicación racional. Pese a mis intentos de realizar mis meditaciones diarias, el cuarto del hospital no resultaba el lugar ideal y constantemente me sentía frustrada por alguna interrupción o por algún ingreso sorpresivo en la habitación. La habitación compartida, los médicos que sorpresivamente se asomaban con un séquito de personas a las que nunca llegaba a reconocer, hablando entre ellos como si yo no estuviera allí mirándolos y tratando de entender algo sobre lo que me sucedía. Los enfermeros diligentes, iban y venían de una a otra habitación prendiendo las luces pero muy pocas veces volviendo a apagarlas , golpeando puertas de manera interrumpida, y así continuando, casi indefinidamente, hasta que todo volvía a empezar por la mañana.
Una de esas noches en las que se habían sucedido los portazos y las irrupciones constantes en la habitación, había tratado , sin llegar a lograrlo, concentrarme en respirar , profunda y lentamente, para relajar mi cuerpo y así tratar de conciliar el sueño. Luego de varios intentos y cuando prácticamente había desistido, decido escuchar la radio. Una voz calma y pausada me sedujo en la primer sintonía captada , hablando de algo que no llegaba a comprender completamente pero que sin lugar a dudas, me atrajo lo suficiente para intentar seguir el relato. Casi por arte de magia, esa persona estaba narrando de manera muy detallada , diferentes tipos de respiraciones .Entonces me pareció que estaba , una vez más, acercándome las respuestas que yo estaba necesitando , justo en el momento en que realizaba las preguntas.
Durante el lapso de una hora, durante la cual esta persona se explayaba en detalles sobre la importancia de la relajación, las irrupciones sorpresivas dejaron de sucederse, las puertas de golpearse y mágicamente mi respiración comenzó a normalizarse hasta permitirme entrar en un sueño profundo.
Alguna vez había leído un texto acerca de cómo cada uno de nosotros atraía, sin proponérselo , las cosas que le sucedían y las personas con las que se relacionaba. En ese entonces, no creo haber llegado a comprenderlo plenamente, sino hasta ahora en que cobraron sentido muchas de las aparentes casualidades que me habían rodeado siempre, frente a las cuales mi corazón parecía estar despertando.
En muchas ocasiones había sido testigo impasible de distintas personas quejándose incesantemente de su mala suerte, así como de haberse enamorado siempre de quienes no eran apropiados para ellos. Sin embargo, ¿que estaba pasando con las energías , que eran liberadas al mundo y con lo que cada uno de nosotros se mostraba capaz de ofrecer a quienes nos rodean?
De manera muy casual, el libro de W. Dyer me había buscado en la mesa de una librería, y cada vez que lo recuerdo, no puedo más que sonreírme , ya que fue eso exactamente lo que pasó. Yo estaba buscando un libro que no recuerdo y había olvidado por completo que alguna vez alguien me había hablado de “El poder de la intención”#.Luego de un buen rato de hurgar sin éxito, tomo un libro y asoma por debajo de éste, otro , que equivocadamente se encontraba allí, no correspondía al sector, ni siquiera estaba registrado como existente. Pero allí estaba, esperando que yo lo encontrara y recordara que hacía tiempo alguien lo había recomendado para mí.
“¿Quién puede ofrecer lo que no posee?¿Quién puede compartir lo que se niega a sí mismo?# Sentía que esto era verdaderamente así, cada uno de nosotros necesitaba irradiar aquello que deseba, vibrar en altas energías si es lo que verdaderamente desea encontrar en su camino. En varias ocasiones me había sucedido de haber encontrado seres maravillosos, llenos de luz y dispuestos a brindarme algo que me hacía falta, mi historia estaba repleta de esos encuentros casuales. Sin embargo también estaba repleta de algunos hechos que habían tenido lugar porque yo había dejado de pedir, tan solo para entregar, aquello que tanto buscaba.
Mi vida personal había estado salpicada , como la de todo el mundo, por numerosas situaciones de dolor, de crisis y hasta de abandono, pero siempre había la había relatado como una seguidilla de hechos que me había llevado hasta donde hoy me encontraba. De esa manera, cada uno de los hombres que había querido, habían cumplido un papel importantísimo en mi vida, y siempre había salido enriquecida de las relaciones que había construido. Todos los seres con los que había compartido algún momento me habían enseñado algo y sin lugar a dudas, había podido atraer a las personas que había deseado atraer, dejando ir a aquellas que vibraban en otra frecuencia.
Me gustaba llamar a la historia de mi vida como la historia de los encuentros y al cáncer, como la señal que me había traído aquello que yo necesitaba encontrar.
Al estar internada por segunda vez , me encuentro con una compañera de cuarto que había dejado hacía unos meses a su familia en una provincia del interior y en ocasiones se encontraba muy angustiada, como solía sucederme a mí. Muchas veces nos escuchamos hablar de estos dolores , cuando la luz se apagaba y nos sentíamos lejos de todos a los que queríamos.
Una noche, ella recibe la visita de dos personas que vienen a orar a su lado. Pero esta vez, detrás de la cortina que separaba nuestros cuerpos y nuestras angustias, la escuchaba tranquilizarse y entregarse al un Dios desconocido, con plegarias que me resultaban ajenas, casi como un canto. Las lágrimas comenzaron a brotar sin poder detenerlas, con toda la angustia de esos días y cargadas de los miedos que parecían no dejarme en paz.
Luego de un rato, cuando había dejado de llorar casi en silencio, veo que alguien se asoma hacia mi lado y se despide con una bendición, como si todo hubiera estado allí tan solo para que yo lo recibiera. Algo de ese clima y esa paz había logrado traspasar la cortina que nos separaba e invadía toda la habitación, a pesar de que mi relación con la religión había sido siempre muy contradictoria.
Desde momentos tempranamente dolorosos en los que había culpado a Dios de absolutamente todas mis circunstancias , hasta los que había sostenido con la arrogancia de quien descree de todo , que yo sólo confiaba en el hombre y sus capacidades , haciendo referencia en los aspectos más racionales. Luego me había definido claramente como agnóstica y lo había sostenido casi como un estandarte, a quien deseara escuchar mis argumentos existencialistas.
Sin embargo, en muchas ocasiones me había podido encontrar en mi propia esencia con un costado espiritual que me subyugaba y al que no podía terminar de encuadrar bajo algún tipo de rótulo. Ese costado espiritual me hacía entrar en profundas contradicciones , en las que no podía interpretar con mis saberes racionales los acontecimientos que me ocurrían.
Hacía tiempo había comenzado a leer las casualidades que me ocurrían descubriendo en ellas un hilo conductor. Todas las personas que se cruzaban en mi camino parecían estar allí por alguna razón con algún mensaje que yo necesitaba escuchar para ampliar mis horizontes y algunos otros mensajes, habían estado allí hacía bastante tiempo sin que yo pudiera siquiera acercarme a ellos para interpretarlos.
Hace algunos años , me encontraba trabajando en una escuela inmensa y a simple vista sumamente caótica, con una gran cantidad de salas , en la que se superponían los turnos y siempre estaba repleta de niños. Un día se incorpora una maestra nueva, con la cual nos haríamos muy amigas a través del tiempo, que se dirigió sin dudarlo hacia mí, que no me encontraba cerca de ella ni tampoco de la entrada. Comenzamos a hablar y mientras trataba de buscar algunas referencias para que se sintiera más cómoda , la acompañé a su sala, la presenté al grupo y le expliqué rudimentariamente algunas cosas. Con el tiempo, llegó a confesarme que , al entrar al jardín, miró la situación caótica de los nenes correteando y almorzando en ese patio gigante , los grupos de maestras tratando de contenerlos y sintió ganas de huir de allí, hasta que vio a lo lejos a una persona sentada , leyendo un cuento, pero que despedía un brillo especial, caminó despacio y sintió que por allí podría comenzar a integrarse a ese nuevo espacio.
Ella no supo nunca explicarme la razón que la llevo a acercarse a mí, más allá de ese brillo especial, pero algunos años después y cuando esto me había sucedido en varias ocasiones, me encontré en las páginas de un libro con un relato similar. En él se explicaba que muchas veces el Universo nos muestra nuestras opciones como despidiendo una luz que las diferencia del resto, pero a pesar de eso, no siempre somos capaces de abrir la mente para acercarnos a ellas, aunque sean las que menos buscaríamos en ese momento. Tan sólo mucho tiempo después nos daríamos cuenta que la respuesta estuvo siempre allí, al alcance de la mano, brillando con luz propia y que la habíamos dejado pasar.
Aprendí a estar más alerta con mis intuiciones, especialmente a quienes me rodeaban, a entablar pequeños diálogos, algunos sin una real intención, pero siempre descubriendo que habían sido necesarios por alguna razón.
Cuando uno despierta sus sentidos, abre sus percepciones y entra en una especie de comunicación con todo lo que lo rodea, que no puede ser traducida en términos racionales . Por eso, comencé a aprender de las cosas que me sucedían y eso me permitió encontrarle sentido a las cosas que no tenían explicación.
Cuando tengo alguna duda, suelo plantearme: “Este momento es como debe ser”, y simplemente trato de abrirme a lo que puedo aprender de él.
Mi segunda internación pasó a través de estos altibajos, como quien recorre un camino conocido y lejano, ya había pasado por esto, y estaba tratando de recuperar el equilibrio que había perdido. Me entregué a los cuidados y a los mimos con la seguridad que brinda el amor, me sentía acompañada, mis hijos iban y venían pasando sus ratos conmigo, haciéndose cada vez más adultos y mostrándome lo bellas personas que habían llegado a ser. Muchos habían traspasado la puerta de la habitación, tan sólo para hacerme compañía, y muchos otros se acercaban hasta allí respetando la intimidad pero mostrándose dispuestos a dar una mano, tan solo desde el pasillo y acompañando a Gus.
Las marcas que la enfermedad me había dejado estaban allí en mi cuerpo y ya no se escondían detrás de la peluca, sin embargo, mi cuerpo brillaba y resplandecía de alegría, nutriéndose de cada uno de estos encuentros.
Las ausencias tenían una fuerza palpitante, pero así como había decidido mostrar mis marcas, así habían terminado de caer todos los velos que me rodeaban, para dejar expuestos cada uno de los agujeros que tenía mi historia, los que siempre había tratado de esconder, hasta de mi misma.
El cáncer había atravesado mi cuerpo para enseñarme aquellas cosas que a través de tantos años no había podido aprender. Porque para aprender uno primero necesita observar atentamente todo lo que encuentra a su alrededor, procesarlo y luego transformarlo con sus propias energías positivas.