Fabiana

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"Una historia esperaba para ser escrita, escondida detrás de años enmarañados y desprolijos, donde se fueron tejiendo múltiples fantasmas, que amenazaban a cada instante con golpear la realidad. Una historia esperaba a que una mujer se atreviera a desgajar momentos y a enfrentarse con aquellas cosas que habían, poco a poco, cargado cada instante de significado. Una historia, una mujer, la vida."

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Amo la Vida - Conclusiones -

Hace bastante tiempo , cuando escribir era apenas un incipiente proyecto, me preguntaron dónde iba a escribir la palabra “Fin” en esta historia, y hasta hoy no pude encontrar una respuesta, porque creo sinceramente en que no hay un final en este proceso, tan sólo preguntas que se abren interminablemente, como alguna vez me escuché decir en terapia: “cada vez que logro ver algo con un poco más de claridad, hay algo más allá que apenas se asoma para mostrarme que todavía mis aprendizajes continúan“.
Elegí contar esta historia, porque es la mía, y porque necesitaba poner en palabras mis propios sentimientos para poder comprenderlos y transformarlos. Es también la historia de un proceso de cambio que transformó mi vida desde la desolación y confusión más avasallantes que haya sentido hasta la plenitud y la felicidad de muchos de los momentos actuales que me ha tocado atravesar.
“Amo la Vida” cuenta la historia de los millones de aprendizajes que emprendí en esta última etapa, en la que me atreví a encontrarme con aquellos aspectos de mi misma que me estaban enfermando, las famosas mochilas que cargaba diariamente, las culpas que yo misma me inventaba para justificar mis propios errores y frustraciones, las ausencias que signaron muchos de los momentos y las cosas que siempre estuvieron allí, sin que me atreviera siquiera a mirarlas.
Es la historia de una curación bastante más profunda que la de las células enfermas que habitaron mi mama, quizás el síntoma que me enfrentó a mis propias ganas de vivir y de sanar internamente. Sigo creyendo que no se trata de una batalla agotadora e interminable en la que hay vencedores y vencidos, sinceramente, porque he tratado de vivirla como un encuentro con mis propias células, que se transformaron poco a poco en el vehículo que mi cuerpo encontró para transmitirme que debía pensar un poco más en mí.
En este ir y venir lleno de palabras y reflexiones sumé fuerzas y energías, me entregué a la medicina convencional e inicié una búsqueda interna, para tratar de conocerme a fondo. Tuve muchos vaivenes y me sumergí en ellos, con la seguridad que iba a salir adelante cuando pudiera comprender lo que me sucedía. Sentí miedo, lloré , me enojé y grité asustada en muchas ocasiones, pero en otras me encontré serena y segura como nunca había estado en mi vida , me dejé sostener y sostuve, me abrí a todo lo que pudiera recibir y dejé partir todo aquello que me hacía daño o vibraba en otra frecuencia.
Como cada una de las personas que me rodean y que se encuentran leyendo ahora estas palabras, desconozco cuánto tiempo voy a transitar esta camino que me ha tocado vivir, ni con quien voy a hacerlo, por eso me sumerjo en todo el amor que recibo con la fuerza y el deseo irrefrenable de aquello que puede no estar mañana, porque puede suceder que cada uno de nosotros elija otro camino o tan sólo transitarlo junto a otras personas, o quizás simplemente se trate de que la vida comienza a escurrirse , tal cuál comenzó, para transformarse en otra cosa y renacer con nuevas fuerzas en algún mágico lugar del cual no tenemos aún referencias.
Esta ha sido mi extensa carta de agradecimiento a todos quienes me han acompañado en el transcurso de este proceso maravilloso que me ha permitido crecer hasta convertirme en quien soy, tan sólo una persona que sigue buscando.


Gracias sinceras y profundas a un increíble médico, que la vida puso en mi camino, un ser brillante por donde se lo mire y contenedor como pocos, capaz de decir las verdades más dolorosas y sostener la mano de quien las recibe, que ha dispuesto desde el comienzo de todos sus saberes para sacar adelante a este “torito”, como le gusta llamarme, y que ha jugado esta partida de ajedrez sin resignarse a “pedir tablas”.
Gracias también a mis incondicionales compañeras de escuela, a Marce, y su mágica muñeca de cerámica, a Bettina y las cosas que acercó a mi vida de una manera “casual” y a Maby, por su presencia constante y sostenida en cada momento, por las múltiples risas que inventaron tan sólo para verme sonreír, por los encuentros y los cafés interminables, por las tardes de sol en la plaza, por las llamadas permanentes, por la compañía de cada día y por demostrarme que “de esto salimos juntas” y con más fuerza que antes.
Gracias a “mis contactos”, que me acercaron millones de recetas mágicas y pócimas milagrosas, que pusieron su energía a disposición y que acompañaron infatigablemente todos mis procesos, a cada uno de ellos, mis gracias interminables, a Caro y sus ingeniosos mails llenos de anécdotas que alegraban mis días, a Ale y Jorge con sus constelaciones, a Ángela y Roberto con sus plegarias, a Angie con la fuerza de quien comienza en la docencia, a Ariana y sus esfuerzos por traer el libro de Simonton a mis manos, a Patricia, que me enseñó el valor de la unción a los enfermos, a Lorena y su energía contagiosa, á los montones de papás de alumnos que se interesaron, me escribieron y me hicieron llegar las palabras mas hermosas cuando más las necesitaba, a los que me regalaron dibujos increíblemente bellos para que me acompañaran, a Clara y sus mágicas enseñanzas sobre la Ley de atracción, a Marcela B. y su afecto incondicional de siempre, a Vivi y la magia de sus manos puesta al servicio de la creación más hermosa. Gracias a Elena, por acercarme siempre tus palabras bellas y sentidas.
Gracias a quienes reencontré en este camino como si fueran un oasis, donde refugiarme, a mis tíos Betty y Cacho, que me devolvieron el sentido de familia que hacia tiempo había perdido en algún rincón , Gracias por los mimos cuando no podía con mis dolores, por haber encontrado una mirada al despertarme en una cama ajena de hospital. Gracias a mis primos Vero, Dani y Adrián, que se acercaron para que volviéramos a encontrarnos.
Gracias a quienes estuvieron preguntando, sosteniendo, ayudando y acompañando a mi familia, a los compañeros de Gus de trabajo, a Ariel por el dibujo maravilloso del pac-man que me acompañó tantas veces.
Gracias también a Osvaldo , Jorge, Sole y Ele por haber resistido las locuras y las ausencias de quien debía sostenerme, dejando todo para estar a mi lado.
Gracias a cada una de las personas que gritaron presente, a cada instante y que llevaban la cuenta de cada uno de los instantes de este proceso, y a quienes nombrar sería muy extenso y difícil, a Alicia, Nora, Cecilia y José Luis, en representación de todos ellos.
Gracias a todos los seres que conocí y de los que aprendí algunas cosas maravillosas, de quienes sólo sé algunos datos.
Gracias a Claudia que se cruzó en mi camino para enseñarme algunas cosas que no sabía y que tuvo el valor de hablar de sus propios miedos, pero que hoy no puede leer estas palabras, pero quizás desde algún lugar sepa que dejó algo en mí.
Gracias a mis compañeras de rayos y quimioterapias con quienes reímos, lloramos, charlamos y atravesamos juntas las cosas que navegaban en nuestro interior.
Gracias a los ángeles que la vida cruzó en mi camino, a Cora y Sofía , por haber sido una fuente inagotable de energía permanente, por la paz con que me abrazaron cada día, por las enseñanzas y los lindos momentos que pasamos juntas.
Gracias a Otto por haberse transformado en mi maestro en tantas cosas nuevas que ni siquiera intuía. Gracias Hugo, por las enseñanzas que lográs transmitir en tu escuela.
Gracias también a Silvia y a Andrés, por haber estado desde el comienzo en disponibilidad absoluta y por todo el amor constante que me prodigaron desde siempre. Gracias Silvia por haberme regalado la frase “ empezaste a curarte cuando recibiste el diagnóstico” . Gracias Andrés por lo que dijiste a mi oído cuando Chari cumplió años , con la seguridad de quien sabe cómo estoy sintiendo este momento. Gracias a mi sobrina hermosa, por su dulzura permanente, por haberme ido a visitar cuando apenas podía mirarme, por haberme permitido compartir sus nervios y sus ansías en la preparación del cumple, simplemente por haber estado.
Gracias especiales a Sari, mi increíble suegra, mi maravillosa compañera de quimioterapia, que se bancó estoicamente estar a mi lado cada una de las aplicaciones , tan sólo para mimarme a más no poder y transformar juntas esos ratos tan extensos. Gracias , por haberte transformado en la crítica número uno de cada una de mis palabras puestas en papel.
Gracias a todos los que estuvieron allí para ayudar, dar una mano, acompañar a mis hijos y mi familia, cuando más lo necesitaban, por brindarles espacios para soltar sus propias angustias. A Norma, del hospital, que me maravilló siempre con sus palabras y su sabia presencia. A Olga que sostuvo mi hogar para que siguiera funcionando, como si fuera propio, que sostuvo mi mano y rezó varias noches mientras yo sólo dormía. A Juan y su mamá por estar allí para Mai, por asomar la sonrisa en la sala del hospital, cuando no entendía donde estaba.
Gracias infinitas a Dani y a Patricia , que no sólo son amigos de esos del alma, sino también unos médicos increíbles que se arremangaron con nosotros para responder los millones de preguntas y acompañarnos a cada paso.
Gracias a mi terapeuta, por su entrega y comprensión, por haberme acompañado en este camino de búsqueda, por algunas extensas sesiones, cuando eran necesario, por las visitas al hospital y por las intervenciones certeras con que guiaste mi camino.
Por último, quedan mis gracias especiales a los seres más increíbles que me trajo la vida, a Julián , a Vic y a Mailén, que demostraron ser seres bellos , increíblemente sanos y buenas personas, que me cuidaron y abrazaron a más no poder, que decidieron decir presente y crecer de golpe cuando más los necesité, que me regalaron el amor más perfecto, el que nace desde el alma , el más sincero, el que se ríe de nuestros defectos y nuestros aciertos, el que inventa las millones de maneras de arrancarnos una sonrisa.
Gracias Mai por haberme dicho que te gustaba que sea tu mamá, cuando más me hacía falta escucharlo. Gracias Juli por haberme dado la seguridad de que todo iba a salir bien, cuando sentía que no podía acompañarte como deseaba. Gracias Vic, porque la vida nos cruzó de una manera casual y sin lazos de sangre que nos unieran, pero pudiste regalarme tus sueños y hacerlos míos, porque pudiste proyectar a partir del dolor, porque estuviste ahí, como si hubieras sido parte de mi vida desde el comienzo. A todos ustedes, simplemente gracias porque sentí muchas veces que la vida me había regalado mucho amor al conocerlos y descubrir los millones de cosas que nos acercan.
Gracias Gus, mi amor, por haber permanecido a mi lado cuando ni yo misma era capaz de tolerarme, por haberme llenado de amor y de placer cuando no podía encontrar la salida y sin embargo me acompañaste pacientemente a dar cada paso juntos, despacio, respetando mis tiempos, porque me demostraste que aquello que nos unió sigue con tanta fuerza latiendo, que se transforma en indestructible, porque has sido mi fuerza y mi sostén, en toda esta búsqueda, porque alentaste todo aquello que emprendía y deseaste siempre, de la manera más sincera , que fuera feliz, sea cuál fuera la forma que yo encontrara para lograrlo. Gracias también por haberme demostrado que todo puede comenzar infinitas veces, tan sólo hace falta el valor de intentarlo y seguir soñando juntos.

Sinceramente , GRACIAS

Amo la Vida - Del cáncer a la transformación - (Parte XXIII)

XXIII


Durante los meses siguientes mi corazón de recuperó para realizar la última aplicación de quimio, continué realizando las comprobaciones a la Ley de Atracción , cada vez que me resultaba posible, intentaba con pequeños objetivos , concretos, cercanos y a veces me animaba a jugar con algunos un poco más lejanos. Los espacios diarios de meditación se habían transformado en un tiempo propio, donde todo desaparecía para que yo pudiera encontrarme con las cosas que fluían dentro mío. En ocasiones sólo llegaba a relajarme, en otras, entraba inmediatamente en un estado profundo de meditación, donde todo se transformaba en paz y quietud.
En esos mágicos momentos aparecían aquellas cosas que uno llama emociones y que tanto cuesta nombrar, porque resulta difícil mirarlas de frente y recorrerlas por completo hasta saber con bastante certeza de que se trata. A veces vivimos poniendo nombres equivocados, llenándonos de palabras para describir lo que en realidad aún no conocemos, pero cuando uno logra aquietar la mente, dejar de que los pensamientos y los deberes inventados fluyan unos tras otros y desaparezcan, aparece la quietud, y junto a ella surgen de a poco todas aquellas cosas de las cuales nos escondemos a diario. Si hay angustia, si hay tristeza, si hay placer, si sentimos plenitud o cualquiera de las emociones que nos invaden cotidianamente, de manera natural nos sumergimos en ellas como en un río y nos dejamos llevar por la corriente, es ahí, cuando dejan de ser necesarias las palabras para denominarlas.
En muchas oportunidades esto resultaba tan sencillo como necesario, cuando descubría que algo me estaba alterando y no sabía bien por qué , buscaba el momento para relajarme y meditar todo el tiempo que pudiera o necesitara. A veces estos momentos me servían para realizar afirmaciones sobre aquello que deseaba lograr y para plantear nuevas metas , algunas de las cuales me parecían tan lejanas e inaccesibles que me resultaban parte de un juego. Sin embargo, poco a poco fui entendiendo que estas visualizaciones eran para mi curación, fundamentales.
Cuando uno se plantea una meta a largo plazo, y se imagina haciendo aquello que desea, a veces logrando algún objetivo imposible o tan solo disfrutando de algo que ansía del futuro, está poniendo en marcha una serie de acciones imperceptibles que llevan a esa meta.
En este período me han sucedido cosas asombrosas e increíblemente imposibles de transmitir, tales como imaginar las palabras exactas que me diría alguna persona, recorrer lugares que aún no se encontraban construidos y soñar con seres que aún no conocía y que mágicamente fueron apareciendo en mi vida.
Establecer un corte con la enfermedad fue parte de un proceso muy costoso emocionalmente, dejar atrás los beneficios que el estar enferma traía a mi vida y encontrar otras maneras de obtenerlos, era en si mismo un aprendizaje que debía atravesar. Mantener espacios, tiempos , rutinas, placeres, nuevos hábitos, encuentros y logros, eran mi desafío. Podía plantearme nuevas preguntas y moverme en búsqueda de las respuestas, aunque no estuviera segura de cuales serían las que hallaría en mi camino.
Poco a poco fueron llegando los controles para despejar algunas dudas, algunos resultaron maravillosamente bien y otros, mostraron incipientemente algunas células que no deberían estar en el lugar que estaban, quizás como restos de la mastectomía, , quizás para recordarme que los aprendizajes deben continuar, o simplemente porque era el momento en que mi piel se había recuperado lo suficiente para recibir los rayos que hacía unos meses decidieron no darme.
Entonces elegí una vez más, entre mis muchas opciones, pensar que la piel de la mama se había tomado un tiempo para reconstituirse, fortalecerse y seguir adelante. Los rayos podían ser perjudiciales, pero yo tenía la certeza de que eran una bendición para cada una de mis células enfermas, esas que aún se resistían a abandonar mi mama.
Por ese entonces habíamos planificado un viaje muy esperado a París, me había reintegrado a mi trabajo en la escuela , había comenzado a escribir un blog contando mi experiencia con el cáncer de mama y seguíamos soñando con el proyecto de la nueva casa, cada vez mas avanzado. Me encontraba más activa que nunca, todas las mañanas me mantenía placenteramente ocupada en darle a mi cuerpo el tiempo que hacía rato le había negado, llenándolo de clases de pilates, yoga y natación.
Comencé a realizar las sesiones de rayos, de una manera natural, solicitando un horario a la salida de la escuela y tratando de comprender las cosas que pasaban a mi alrededor. Hacía muchos años había recibido rayos en la mama, cuando tuve cáncer por primera vez. En esa ocasión me resultaba muy violento y angustiante ver a otros enfermos recibiendo radiación y me preguntaba constantemente cuándo iba a terminar con las aplicaciones, mientras pedía horarios extravagantes para asistir a mis sesiones y no cruzarme con demasiados enfermos mientras esperaba.
Esta vez era distinto, ansiaba los encuentros, deseaba hablar con otros y compartir la experiencia, tenía la firme necesidad de transformar estos momentos y contagiar la energía que sentía, pero fundamentalmente de dar y recibir .
El primer día de la aplicación esperaba sentada en la sala y al levantar la vista me encuentro con unos ojos hermosísimos y muy bien delineados, que hacía algún tiempo habían estado enmarcados por una cabellera ahora inexistente. Inmediatamente comencé a preguntarme de dónde nos conocíamos, ya que esa mirada me resultaba sumamente familiar. Al poco tiempo , me doy cuenta de que esa mujer que estaba frente mío, con bastante temor y un sinnúmero de dudas dibujadas en el rostro, aferrándose a la mano de su marido, había sido quien hacía unos meses me había cedido un lugar para ver a la oncóloga, entonces yo no tenía turno y necesitaba hacerle una consulta. En ese momento habíamos cruzado unas pocas palabras, ella estaba por comenzar las aplicaciones de quimioterapia y conversamos sobre eso. Al reconocerla, me acerqué, la saludé y le dije al oído que estaba preciosa, que se la veía muy bien sin su cabello y que me alegraba que tuviera tantas ganas de arreglarse. Sus ojos brillaron , comenzamos a hablar y a vernos en los días subsiguientes, hasta incorporar a otras mujeres en las charlas. Compartíamos recetas que seguramente nunca pondríamos en práctica, nos escuchábamos hablar de nuestras historias y nos divertíamos con anécdotas de nuestras rutinas. Poco a poco logramos transformar esa sala de espera en un encuentro de amigos, nos alegramos de los logros de cada una y los aplaudíamos como si se tratara de cumpleaños cotidianos, pero fundamentalmente nos abrimos a compartir, a ese increíble dar y recibir que yo tanto deseaba. Allí corroboré que a cada uno de esos seres podía darles algo que yo había construido y que ellos necesitaban, cosas únicas que estaban allí esperando pasar de unos a otros. Pero asimismo, me abrí a recibir cada una de las cosas que estaban allí para que yo las tomara y las hiciera mías. Fueron intensas lecciones de vida que cada día me conmovieron por su fuerza y su valor, así como con el empuje con el que habían decidido enfrentar el cáncer.
Nuestro viaje a París se había postergado, probablemente porque no era el tiempo de llevarlo a cabo, porque finalmente , cada cosa tiene “su” momento y uno debe aprender a esperar que estos surjan sin forzarlos . Sin embargo continué diariamente visualizándonos de la mano , caminando a orillas del Sena, recorriendo los jardines de los palacios e imaginando las obras de arte que miraría hasta el cansancio .
Durante las sesiones de rayos, que se extendieron por el lapso de poco mas de un mes, conocí gente increíble. De manera simultánea había mantenido la rutina de escribir en el blog , en el cual había decidido contar mis vivencias personales, con la esperanza de que detrás de alguna pantalla hubiera quienes pudieran interesarse en conocerla. Por ese entonces, tomé real conciencia de lo increíble del Cyber espacio, de lo que maravillosamente se ve transformada la comunicación humana a partir de estos intercambios. He recibido mensajes de distintas personas, algunas atravesando la misma situación, otras, recorriéndola junto a un ser querido y buscando alguna forma de ayuda, pero en algunos casos, con seres conmovidos y sensibles que siguieron cada uno de los comentarios que yo realizaba, respondiendo con mensajes de apoyo y aliento.
En ocasiones no podía creer el alcance que había logrado con mi historia, que en primer lugar había resultado de fundamental ayuda para mi propio proceso curativo, y ese era mi primer objetivo, pero también había logrado llegar a otros, traspasar mis propias fronteras tan sólo para entregarle lo que yo había construido y quizás ellos podrían tomarlo para cambiar algo de sus vidas. Ese feedback que se generó me resultó increíble, porque fue tomando una fuerza arrolladora, que traspasó las distancias reales para lograr que cada mail y sus respuestas fueran como una charla de café entre amigos de siempre.
Estos espacios donde las historias se comparten surgen naturalmente, porque hay seres que necesitan de ellos, no para hablar de sus enfermedades y patologías, sino para compartir con otros los temores, las angustias, las cosas que el cáncer genera y que van más allá de las células mutadas y las metástasis. Son esas cosas que quienes no atraviesan la situación, no llegan a comprender totalmente , porque la muerte da mucho miedo y la angustia de que todo puede terminarse de repente , no nos permite usar palabras para nombrarla. Por eso nos protegemos y no hablaos de cáncer, sino de “la enfermedad”, por eso hacemos de cuenta que los temores no existen y que en realidad no hace falta hablar de muerte, porque “eso” nunca va a pasar, por eso somos vulnerables y preferimos mirar hacia otro lado, para no encontrarnos con aquello que marca la finitud humana como algo tangible.
Sin embargo, quienes atravesamos el cáncer, necesitamos hablar de que tenemos miedo de morirnos, con seres que nos escuchen y no intenten ser condescendientes o lo nieguen como una posibilidad. A veces sólo necesitamos dejar de ser enfermos por un rato para recuperar la vida que veníamos llevando, donde nadie pregunte por el último control o por los avances en el tratamiento y que se atrevan a preguntarnos por nuestros proyectos y nuestros sueños.
Pero esto también abarca a nuestras familias que pacientemente acompañan todo el proceso, que contienen, que aprietan fuerte la mano cuando no podemos sostenernos, que acarician cuando deseamos un mimo, que escuchan una y mil veces lo que llevamos dentro y que han estado incondicionalmente a cada paso, para hacernos sentir un poco menos solos en el dolor de estar enfermos. Todos los que nos rodean también necesitan un espacio para largar sus propias angustias y dejar la mochila de lado de vez en cuando, permitiéndose seguir la vida , con cada una de las maravillas que esta trae.
En estos encuentros , también aparecen todas la cosas no resueltas, los reclamos, las ausencias, las cuentas por saldar, las que buscan un espacio para encontrarse y salir a la luz.
Considero que hay quienes rehúyen de estos encuentros, como si escuchar las historias de otros, los hagan sentirse más enfermos de lo que pudieren estar, pero todo es respetable, todos tenemos nuestros propios tiempos para hacernos cargo y nuestros propios recursos para salir adelante.
Una tarde en la sala de espera, se me acerca una mujer y me pregunta por mi nombre “¿vos sos Fabiana?”,e inmediatamente se presenta y comenzamos a hablar. Gloria me había conocido por el blog, ella estaba acompañando a su marido en tratamiento y habíamos coincidido casualmente en el horario de la aplicación. Algo en mi discurso la había remitido a mis palabras en el blog y había permitido que nos encontráramos. Pasamos un buen rato conversando cada uno de los días que nos encontramos en la sala de espera, y esos encuentros casuales me llenaron de amor y energía, con toda la fuerza de una mujer que recorría casi a diario una distancia increíble para acompañar a su esposo , mientras ponía toda su garra para sostener su hogar, trabajar y cuidar de su pequeño hijo.
Llegó el día en que escuché a mi médico repetir la frase que había imaginado, exactamente igual que en mis visualizaciones “te doy vacaciones”, mientras me tomaba de la mano una vez más y me abrazaba con la certeza de quien puede relajarse un rato , luego de una intensa y difícil partida de ajedrez, como nos ha gustado llamar a cada uno de los pasos que hemos ido dando en este tratamiento.
También llegó el día en que subí uno a uno los escalones de la casa que habíamos proyectado hacía más de un año, pacientemente hasta el sexto piso, esa que construimos sobre la anterior, derribando paredes, construyendo cimientos y bases sólidas , cuando decidimos seguir adelante ante la pregunta”¿ y ahora qué hacemos? ¿seguimos con el proyecto?”. La respuesta , entonces, no tardó en llegar, era clara y sencilla, “seguimos con nuestros sueños y nuestras vidas, caminando juntos, por el tiempo que tengamos juntos“. Así de simple y así de sincero, como lo veníamos haciendo desde el comienzo.
A medida que subía cada uno de los escalones, iba recorriendo con la mirada, las paredes que alguna vez habían sido mías, en algunas todavía podían verse los rastros de las sillas, los dibujos y las marcas de algún espejo que ya no estaba. Todas esas habían sido nuestras paredes, nuestros espacios. Cuando subí el último escalón, con una sola mirada supe inmediatamente que ya había estado ahí mismo, en ese lugar, era tal cual lo había visualizado hacia más de un año, cuando empezaba a soñarlo. Allí estaban los cuartos y las vistas llenas de sol de cada una de las ventanas, allí estaban los pedazos de un sueño que se había vuelto realidad. Habíamos logrado seguir soñando, pero también habíamos logrado construir sobre lo que ya teníamos, con todo lo que simbólicamente eso representaba, nuevas paredes, nuevos cimientos, nuevas historias y una nueva mirada desde lo alto, que permitía ver más lejos y más profundamente.
Me detuve a llorar y a empaparme de lágrimas cargadas de significados por la magnitud de todo lo que nos estaba pasando, porque repentinamente había logrado darme cuenta de todo lo que había aprendido en este último tiempo y de la fortaleza que eso representaba para cada uno de nosotros. Más tarde vería las analogías entre estos procesos, de una manera tan clara que me resultarían increíblemente maravillosas.
Cada uno de los controles posteriores se transformaron en encuentros enriquecedores, en los que decidí no preocuparme tanto por las respuestas de cada uno de los estudios, sino confiar en las ganas de vivir que llenaban mis días.
Tuve múltiples respuestas al blog, todas únicas, todas distintas, todas increíblemente maravillosas de gente totalmente desconocida. Con algunos seguimos escribiéndonos asiduamente, como si ya nos hubiéramos encontrado , hace muchos años. En muchos casos se ha transformado en una extensa forma de agradecer lo mucho e intenso que he recibido, y que aprendido a compartir. Pero este agradecer diario de cada mañana, mezclado con el sueño profundo y los ojos apenas entreabiertos se han vuelto fundamentales para comenzar cada día. Cada maravilloso día. He aprendido también a no tratar de juzgar a la gente ni a realizar numerosos intentos por abarcarlas con mis múltiples explicaciones sobre casi todo, con la certeza de quien tiene la verdad en sus manos. He tratado de simplemente entregar aquello que podía dar a quien quisiera tomarlo, pidiendo lo que necesito cada vez más claramente y abriendo espacios para lo que aún no sé o sencillamente no puedo hacer. Por esa razón pude comenzar a disfrutar de un trabajo que amo, en un rol que fui descubriendo, poco a poco, entregándome a las cosas de los chicos, a sus mágicas ocurrencias y a sus oportunas preguntas, con una sonrisa divertida y dispuesta a sentir placer.
En esa magia increíble me encontré un día frente a un chiquito de cuatro años que me vino a plantear muy suelto y sin tapujos: “ ¿ vos sabés que fulanito dice que sos pelada? , haciendo clara alusión a mi incipiente pelo, que yo no intentaba siquiera ocultar. Me reí un rato, pensé en la respuesta que iba a dar y me dirigí a la maestra de la sala, pidiéndole permiso para conversar algo con el grupo. Nos sentamos juntos y les conté un poco divertida acerca del comentario, nos reímos entre todos y les expliqué claramente que había hecho un tratamiento para curarme de una enfermedad que me había hecho caer el pelo, me hicieron preguntas, les di respuestas claras y sencillas y les expliqué que prefería que no me llamaran “pelada” cuando no podía escucharlos. Lo entendieron perfectamente, jugaron a imaginar conmigo las formas en que podía salir mi cabello futuro, las nenas imaginaron colores increíbles y algunas veces hasta me prestaron una gorra .
La maestra asistía pasmada a la situación, habíamos hablado del cáncer, sin dolor, sin temores, dando una clara señal de vida y desdramatizando todo hasta el punto de reírnos juntos de muchas cosas, que a los adultos los dejan sin palabras.
Me gusta pensar que estas cosas educan y dejan un mensaje, porque también son parte de la vida, porque nadie está ajeno a ellas y porque compartirlo sigue siendo lo que permite perder el miedo.
Por eso en las salas de espera de rayos leímos cuentos con T. de cinco años, hincha fanático de Racing, que esperaba igual que yo a que le tocara su aplicación . Las caras de sus papás a diario me transmitían el dolor de quien desearía estar en el lugar de su propio hijo , de la desesperación de quien no puede hacer más, y el agotamiento de esos ojos cansados de tanto sostener. Por eso un cuento a tiempo, cuando las miradas generales eran de compasión, por eso las ganas irrefrenables de llenar estos espacios de vida, porque podemos transformarlos y seguir nuestro camino, por el tiempo que nos toque recorrerlo.

Amo la Vida- Del cáncer a la transformación (Parte XXII)

XXII


Cada día se había transformado en un aprendizaje , en algo por descubrir sobre mi misma, como si se tratara de una historia en la cual poco a poco iba conociendo a los personajes, adivinando sus gestos e interpretando miradas. Todo sucediendo , casi, por primera vez.
Mi recuperación se me antojaba por momentos, demasiado lenta, quería correr hasta llegar a la siguiente etapa, siempre apurada por un tiempo interno que me señalaba que debía sentirme bien, salir y caminar, como si nada hubiera atravesado mi cuerpo.
Sin embargo, en este redescubrir el mundo, estaba decidida a no saltearme nada, buceando en mis emociones y sincerándolas hasta llegar a comprenderlas y hacernos amigas.
Así, poco a poco fui retomando mis ansiadas “rutinas”. Volver a terapia era mi primer desafío, no tanto por la necesidad interna de revisar cada una de las emociones que había descubierto en mí, sino para escucharme poner en palabras algunas cosas que nunca había podido enfrentar.
Finalmente allí me encontraba una mañana, pidiéndole a Julián que me acompañara un par de cuadras hasta el consultorio de la psicóloga, ya que me costaba mucho esfuerzo caminar y aún estaba bastante dolorida. Ese mismo Julián , que me visitaba a diario en el hospital y que casualmente un día, se había cruzado con mi terapeuta que se había acercado a verme. “¿Ese es Juli ?“, me preguntó cuando nos quedamos solas. Hasta entonces no había logrado ver que ese “Juli “ de mi discurso se había transformado en un hombre corpulento, bastante más alto que yo, que había dejado de ser un nene hacía rato. Esa pregunta me había llevado a pensar ¿es así como yo me lo represento internamente? Evidentemente, algo había cambiado internamente , en mi propia mirada.
Esas cuadras hasta el consultorio, me parecieron eternas, pero se transformaron , en si mismas , en un espacio y un tiempo diferentes, en el que le permití a mi hijo acompañarme y sostenerme, conversando con él sobre las cosas sencillas de siempre.
Enseguida de haber salido de casa, me mira y me dice : “ mamá, saliste sin la peluca…, ¿no te da cosa….?” Mi respuesta salió clara y firme, “esta soy yo, esto es lo que me pasa “. Él me estaba queriendo proteger de la mirada complaciente y lastimosa del afuera, porque alguna vez yo le había enseñado que eso era importante, que la mirada del otro era importante para mí.
A partir de allí, conversamos esas dos cuadras sobre lo que necesitaba cambiar y en como debía transformar aquellas cosas que me habían hecho daño.
Siempre había estado allí, la mirada del “otro”, exigiendo, juzgando, censurando, marcando errores, prolijamente construida a lo largo de muchos años. La mirada del otro parecía ser más importante que mi propia mirada, y estaba allí presente a lo largo de mi historia para marcarme una y otra vez todo lo que me salía mal. Eso se había transformado en una suerte de autoexigencia suprema, en una necesidad de cumplir imperiosamente todos los mandatos y de buscar permanentemente la aprobación de los demás.
Pero la imagen del espejo me había mostrado que esa persona segura, independiente y desenvuelta era un ser frágil que buscaba ser querida por sobre todas las cosas. Allí estaban las cosas que debía revisar una y otra vez hasta transformarlas, hasta que “esa mirada” perdiera fuerza y se fuera desdibujando poco a poco ante otra más fuerte y potente, que surgía de mi propio ser interior.
Como siempre, me entregué a mi espacio terapéutico, con la necesidad de encontrar mis propias respuestas, muchas de las cuales intuía ; otras , las iba aprendiendo poco a poco y algunas , llegarían con el tiempo.
Mis días, eran espacios abiertos que podían llevarme a distintos lugares posibles. Apenas podía moverme con comodidad, pero mi mente estaba más alerta y despierta que nunca. Me dediqué con pasión a la lectura, trasladándome apenas unos metros hasta el parque, con una reposera, para ubicarme debajo de algún árbol a llenarme de energía, leer y observar a mi alrededor. Por ese entonces, me había encontrado con un libro de Elizabeth Gilbert “Comer, rezar, amar” , que me resultaba fascinante y me acercaba la experiencia personal de la autora , sobre su propia búsqueda interna. Me resultaba muy difícil meditar como lo venía haciendo cotidianamente con Sofía , el cuerpo me había marcado sus límites de una manera muy precisa, pero recordaba que Simonton en su libro recomendaba intentar las relajaciones aún cuando las personas enfermas se encontraran postradas en una cama. Mi desafío se trató entonces, de encontrar la manera de serenar las molestias de mi cuerpo , atravesado por el cáncer y la medicina tradicional, acompañarlo en cada movimiento y ayudarlo a relajarse poco a poco.
Las primeras veces me resultaba muy difícil, tenía la cintura muy dolorida, el abdomen tenso y la respiración muy agitada, sin embargo, buscaba un tiempo y un espacio en el que pudiera hacerlo , para dedicarme a pequeños objetivos. Primero relajar pequeñas partes del cuerpo, luego ir incorporando otras hasta llegar a relajarlo todo por completo. Más tarde, controlar la respiración , e ir aumentando la cantidad de aire que ingresaba a mi cuerpo a medida que podía hacerlo.
Poco a poco me di cuenta que podía alcanzar esos pequeños objetivos y que mi cuerpo se iba recuperando hasta alcanzar su dinámica habitual. Hasta ese momento, nunca había tomado conciencia que mi energía fluía más allá de lo imaginable, aún, cuando mi cuerpo se mostraba dolorido y cansado. Entonces, ¿ de dónde surgía esa energía? Yo no lograba ubicarla en ningún espacio de mi cuerpo, sentía que había una relación directa entre mis emociones y sentimientos y aquello que me recorría de punta a punta, aún cuando no pudiera moverme. Pero ¿dónde estaba esa energía? ¿ cómo era posible que tuviera tanta fortaleza y que esta pareciera no tener límites?
Allí me encontraba , sumergida en una serie de descubrimientos internos que revolucionaban mis creencias más antiguas, pero a la vez, generando una fuerza interna que me acompañaba todo el tiempo.
En algunos momentos me planteaba seriamente la posibilidad de que mi cuerpo no pudiera llegar a acompañar este crecimiento espiritual,¿qué opciones tendría entonces? .Eso me generaba dudas y temores; a veces mucha angustia, y en otras ocasiones , sencillamente parecía no importarme demasiado. Entonces volvía a revisar una y otra vez cada una de mis alternativas , podía limitarme a esperar una recuperación mágica, como si todo dependiera de un milagro , que quizás podría no llegar a suceder jamás, o aprovechar cada uno de los momentos que tuviera que vivir , para seguir aprendiendo . Seguía sin estar dispuesta a ser una enferma quejosa , que describe sus síntomas una y otra vez , al tiempo que se acomoda tranquilamente en una cama para tomar el control remoto , maldiciendo su mala suerte y esperando que le llegue el fatídico momento .
Me detuve a pensar que así como no elegimos vivir, ni la familia en la que vamos a nacer, tampoco elegimos el momento en que vamos a morir, ni la manera en que esto va a suceder. Sin embargo, tenemos la magia en nuestras manos , de como vamos a vivir cada uno de los instantes que nos toque atravesar. Esa magia, nos permite elegir, crear, descubrir, aprender y volver a empezar, las veces que sea necesario. Esa iba a ser mi opción, mi propia magia interna, esa era la manera en que había elegido vivir cada uno de mis días , sin saber ni preguntarme cuántos iban a ser, ni si iba a tener el tiempo suficiente para mis ansiados proyectos, ni siquiera con quien los iba a vivir. Poco a poco fui desterrando los “para siempre” y los “ jamases”, para enviarlos al lugar donde había decidido guardar el “no voy a poder” .
Decidí vivir , agradeciendo cada mañana abrir los ojos y poder disfrutar de lo que ese día me deparara , con sus maravillas y sus obstáculos, pero dispuesta a no dejar de pasar por cada día como si éste no hubiera existido.
Inevitablemente, el tiempo dejó de ser importante, ya no importaba cuánto más iba a quedar por delante de mis propios pasos, ahora “mi” tiempo , era propio, personal, único, eran mis sueños y mis deseos, mis necesidades y mis propios ritmos, las ganas de dar y de recibir , a cada uno de quienes me rodeaban.
El tema de la muerte había aparecido en mi vida de una manera palpable y posible, lo llevaba conmigo a la terapia, lo hablaba en pequeños diálogos con quienes mas cerca tenía, pero cuando me encontraba sola con mis propios temores, trataba de enfrentarlos y desmenuzarlos hasta que desaparecieran por completo.
De manera muy lenta y casi cuidadosa, mi cuerpo empezó a recuperarse de sus dolencias , mientras yo trataba de acompañarlo en su recuperación, dejando fluir mi energía y mis ganas, llenándome de proyectos y retomando mis clases de gimnasia expresiva poco a poco, casi como aprendiendo cada movimiento por primera vez.
La ley de atracción se había incorporado a mi vida a través de “El Secreto”, al principio con bastante incredulidad .Me había dedicado a leer detenidamente la recopilación de pensamientos de grandes filosos y pensadores al respecto. Ciertamente, hacía cientos de años que se habían enunciado algunos conceptos que hacían referencia a la fuerza de la atracción y su importancia y allí me encontraba yo , tratando de descubrir de que se trataba eso de lo que tanto había escuchado hablar.
En esos días de controles médicos permanentes y augurios no muy prometedores, me encontraba evaluando la posibilidad de realizar la última quimioterapia. Mi oncóloga había anticipado que mi corazón estaba débil por la toxicidad que las drogas habían dejado en mi cuerpo , y no estaba segura de que pudiera completar el ciclo de tratamiento.
Sin embargo, y muy a pesar de los pronósticos poco alentadores, estaba decidida a seguir adelante y a lograr que mi cuerpo y cada una de sus células se recuperaran completamente. Había encontrados millones de motivos para seguir adelante y no estaba dispuesta a resignar ninguno de ellos por una sentencia negativa de la medicina.
En la última internación me habían realizado un sinnúmero de procedimientos invasivos , que me habían dejado exhausta y con ganas de proteger mi cuerpo de todo aquello que implicara un nuevo avance de la ciencia en pos de un diagnóstico certero. A pesar de haber realizado numerosas tomografías y resonancias, el sólo hecho de imaginar el líquido que debía ingerir para el contraste y los eternos minutos dentro de un aparato de alta complejidad, que no hacía mas que emitir unos chillidos insoportables mientras yo debía permanecer inmóvil y prácticamente encerrada, me predisponían de tal modo que me sentía mal, aún antes de realizar el estudio.
Había decidido probar “El Secreto” en algo concreto y tangible, mi próxima tomografía, pero ¿cómo saber cuales eran los pasos concretos que debía realizar? Volvía una y otra vez a releer los capítulos hasta comprender finalmente de que se trataba esta maravilla de la “ley de atracción” y como siempre “aprender” algo nuevo me deslumbraba . Estaba decidida a intentarlo una vez más.
La ley de atracción sostiene que hay básicamente dos tipos de emociones que determinan nuestros pensamientos y nuestros actos, un primer grupo de aquellas estaba conformado por infinitas formas negativas como el odio, el rencor, las frustraciones, la culpabilidad y todo aquello que nos hace sentir mal . Estos sentimientos atraen otros similares y determinan que todas nuestras vivencias queden opacadas por la baja frecuencia que emitimos a nuestro alrededor y hacia quienes nos rodean. Cuando uno funciona en estas bajas frecuencias, todo parece salir mal y pareciera que no dejaran de sucedernos cosas negativas.
A lo largo de mi vida, había conocido un sinnúmero de personas funcionando en esta baja frecuencia . Todos ellos parecían signadas por la mala suerte. Nunca lograban concretar lo que se proponían, y los obstáculos aparecían frecuentemente, aún cuando parecían estar a punto de alcanzar los objetivos.Todos quienes estaban a su alrededor les devolvían la imagen de más y más frustración, los vínculos de afecto parecían ser intrincados, complejos y dolorosamente vacíos . Las personas que funcionan en estas bajas frecuencias parecen recibir lo mismo de quienes están a su lado, tienen relaciones que no desean y están repletas de reclamos por aquello que no reciben . Ciertamente, había crecido rodeada de estas bajas frecuencias, en las que los mensajes muy claramente decían que las cosas “siempre” se consiguen con un trabajo muy duro y constante y que el camino para lograr aquello que uno desea esta decididamente reñido con el placer. Finalmente, cuando el logro estaba allí para tan solo disfrutarlo, nunca era tal y se desdibujaba detrás de esa conocida sensación de ¿para qué era que quería llegar hasta este punto?. Esa pregunta nunca tenía respuesta, porque uno debía comenzar una y otra vez a caminar en pos de nuevos deseos que conducían irremediablemente a lugares indeterminados.
La Ley de Atracción hablaba también de otros seres, que funcionaban en frecuencias que irradiaban luz y energía positiva, los que se recuperaban una y otra vez de situaciones difíciles, los que se habían compenetrado tanto de sus metas, pero éstas parecían venir hacia ellos casi sin esfuerzo alguno. Cuando pensaba en estos seres no hacía más que imaginarme en esa persona especial que acompañaba mi vida, Gus, mi compañero de ruta quien había demostrado ser una de esas personas increíblemente afortunados , a las que algunas cosas parecían sucederle de manera sencilla y meramente azarosa . Él derrochaba una suerte de optimismo generalizado y una fuerza interna que arrasaba con todo a su alrededor. Lo había visto enfrentar situaciones , cargado de una energía y un optimismo envidiables. Aquello que a cualquier ser humano sencillamente lo dejaría tendido en una cama a Gus lo movilizaba de manera suprema hacia adelante, primero un paso, luego otro y otro y así sucesivamente. Había observado como iba en pos de cosas realmente imposibles, con la certeza absoluta de que las iba a lograr. Así de sencillo , sin preguntarse siquiera cómo iba a lograrlo.
Me propuse intentar el cambio. Al fin de cuentas, había obtenido numerosas certezas en toda esta etapa de aprendizaje que me había regalado el haberme enfermado de cáncer.
El día que tenía la cita para realizar una nueva tomografía decidí poner en práctica mis nuevos descubrimientos. Comencé a formular de manera intencional una serie de afirmaciones, relacionadas con el estudio que debía realizar, “ la tomografía será rápida y sencilla, transcurrirá sin molestias e inconvenientes y rápidamente podré irme a casa a seguir con mi rutina de lectura” , sin permitir ni un atisbo de dudas al respecto . Asimismo me imaginaba el líquido para el contraste con un sabor delicioso, ingresando por mi boca y convirtiéndose en un bálsamo que me llenaba de energía renovadora. Había llegado a visualizar estas situaciones, como si fueran reales y tangibles, de tal modo que habían logrado perder la carga negativa que las mismas habían arrastrado desde hacía unos meses.
Las afirmaciones no eran sencillas, pero se fueron incorporando como un hábito saludable en cada una de mis acciones cotidianas.
Al llegar al hospital para realizar el estudio, me entregaron la jarra del líquido de contraste y me señalaron un lugar donde debía esperar mi turno. Me senté, tomé el libro de “El Secreto” y comencé a tomar beber pequeños sorbos, mientras hojeaba distraídamente sus páginas. Era el mismo líquido , pero esta vez sabía realmente diferente. El mismo que me provocaba náuseas con sólo sentirlo cerca ahora esperaba pacientemente a que terminara de beberlo. De manera inmediata apareció una técnica que me preguntó si ya estaba lista para el estudio, a lo que yo respondí que aún no había terminado de tomar el líquido. Simplemente lo mira y me dice que era suficiente, que con lo que había tomado bastaba para el contraste. Un poco atónita y otro poco agradecida, me pregunté interiormente por qué razón esta vez todo parecía resultar tan simple y sencillo.
De manera casual la técnica dirigió una mirada hacia el libro que sostenía entre las manos y me dice “ es genial, todo sucede tal cual dice ahí”, refiriéndose claramente a “El Secreto”.
El estudio transcurrió rápidamente, y sin ninguna complicación, las imágenes resultaron tan claras que no fue necesario demasiado tiempo para que los médicos pudieran obtener aquello que necesitaban.
Al salir del consultorio me sonreía al pensar en cuán diferentes habían sido las cosas esta vez, algo había cambiado, algo se había transformado para perder poder y dejar espacio al juego de creer que pueden ocurrir las cosas con sólo desearlas.
Tal vez había sido eso, tal vez mi energía positiva había traspasado los límites racionales para volverse mi aliada, o simplemente, la Ley de atracción era tan fuerte y poderosa , que resultaba sencillo pedir, soñar, desear y simplemente entregarse a todo lo bueno que la vida tiene para regalarnos.