Fabiana

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Argentina
"Una historia esperaba para ser escrita, escondida detrás de años enmarañados y desprolijos, donde se fueron tejiendo múltiples fantasmas, que amenazaban a cada instante con golpear la realidad. Una historia esperaba a que una mujer se atreviera a desgajar momentos y a enfrentarse con aquellas cosas que habían, poco a poco, cargado cada instante de significado. Una historia, una mujer, la vida."

viernes, 28 de agosto de 2009

Amo la vida- Del cáncer a la transformación- Parte XIX

XIX

La siguiente quimioterapia me encontró muy saludable y cargada de energía , quizás por eso , mis miradas y cuidados se dispersaron y anduvieron bastante distraídos por entonces. Un sábado a la tarde, en la primer semana luego de la aplicación, habíamos salido a pasear y disfrutado como nunca de una caminata, mas tarde un helado y una vuelta a casa pensando en nada. Así, absolutamente despreocupada y neutropénica, me encontró el mail que me informaba del cierre de la escuela de Julián.
En ese momento todo pareció desmoronarse repentinamente, ¿cómo era posible que tomaran esa decisión a tan pocos días del inicio de las clases y cuando debían comenzar los exámenes ? ¿cómo explicarle a mi hijo que venía preparando una materia que aborrecía desde hacía varias semanas, que no sabía dónde la iba a rendir?¿ cómo encontrarle explicación a un hecho que para la institución sólo ameritaba un mail escueto y frío? Elegir la escuela secundaria había sido un largo proceso, habíamos recorrido escuelas, lo habíamos acompañado al curso preparatorio y a los exámenes de ingreso, nos habíamos convencido que un sistema contenedor era lo mejor para Julián. En ese momento sólo lograba pensar cómo iba a decírselo cuando llegara y que en realidad no había podido contenerlo de lo único verdaderamente importante. Su vida, su hacer cotidiano, sus amigos, las tardes de fútbol, todo había quedado maravillosamente acotado a una escuela que ahora no existía.
Esa noche me había resultado francamente imposible conciliar el sueño, la cabeza me martillaba constantemente y a pesar de que me había sumergido en las páginas de diferentes instituciones, no podía más que esperar hasta el día lunes para comenzar a visitarlas.
La respuesta de Julián fue muy concreta y sencilla, él confiaba en nosotros y en que íbamos a encontrar una buena escuela para él, se propuso seguir estudiando Biología y esperar a ver como se resolvían las cosas. Los llamados a otros padres eran constantes, los chicos estaban desesperanzados y querían mantenerse juntos, en lo posible. Algunos se habían propuesto dividirse la tarea de recorrer instituciones, para luego compartir la información. Sin embargo, nos resultaba difícil compartir un criterio, en definitiva, de todas las escuelas que habíamos visitado hacía unos años, esta era la única que había cerrado.
En ese momento me olvidé de confiar en el universo y en la magnífica ley que determina que las cosas suceden por alguna razón y me dediqué a la tarea de recorrer escuelas y pedir entrevistas, justo en el momento en que mis defensas estaban prácticamente destruidas . La temible neutropenia.
Después de un lunes agotador e interminable, no sólo me sentía cansada a más no poder , sino que también me sentía descompuesta. Esta sensación duró toda la noche y no me permitía conciliar el sueño, por lo que opté por recostarme en el living y tratar de relajarme un poco, mientras el resto de la familia dormía.
A primera hora de la mañana, estaba extenuada de no haber podido descansar y las molestias en el abdomen eran constantes, por lo cual Gus decidió llevarme al hospital, para que me revisen.
En cuanto llegamos a la guardia, comenzaron a hacerme análisis y estudios, tenía un poco de temperatura y mucho dolor en toda la zona abdominal. La espera resultaba interminable, los médicos iban y venían con órdenes , la guardia cambiaba y nuevamente aparecían otras caras y otras indicaciones. En ese momento comencé a sentirme por primera vez muy mal, pidiendo con desesperación algún calmante que pudiera ayudarme, mientras Gustavo se enojaba con quienes circulaban a mi alrededor y no hacían nada por calmar mi dolor. En ese entonces nos explicaban que no debían enmascarar el cuadro abdominal y que me iban a dar calmantes en cuanto pudieran hacerlo.
A todos los que allí estaban, quería gritarles que yo tenía una muy buena tolerancia al dolor, y que era una buena paciente, que ya había tratado de relajarme, pero que me resultaba imposible hacerlo y que sentía que un Alien iba a surgir a mis entrañas, mientras estas parecían desgarrarse muy lentamente.
En algún momento y luego de haberme aplicado algunos analgésicos fuertes , deciden pasarme a una sala de terapia en la guardia. Me recosté en una cama y miré a mi alrededor, todas personas inconcientes o dormidas, conectadas a aparatos que emitían diferentes sonidos. Las enfermeras y médicos iban y venían de uno a otro, midiendo, leyendo datos, tomando temperaturas. Todo parecía una secuencia interminable de acciones que los llevaba a saltar de un enfermo a otro. En ese momento , no podía pensar en absolutamente nada, ni siquiera en Gustavo que había quedado en algún lado, angustiado y asustado, sin que nadie pudiera darle una respuesta sobre lo que me estaba pasando.
Se acerca un médico a mi lado y observa que ninguno de los analgésicos me había hecho efecto, seguía llorando de dolor en la cama, intentando tomar un líquido espantoso para realizar una tomografía abdominal . Indica a las enfermeras darme morfina, yo sólo atiné a preguntarle que me iba a pasar y si iba a desmayarme. Jamás escuché la respuesta, porque creo que no la hubo y porque de manera instantánea había perdido la conciencia de todo, mientras la morfina entraba en mi cuerpo dolorido.
De ahí en más, sólo recuerdo flashes de escenas que no llegaba a comprender, algunas caras, frases sueltas, y la sensación de dolor yendo y viniendo en mi cuerpo. Recuerdo también haber intentado infructuosamente, terminar de tomar el líquido nauseabundo, para luego vomitarlo por completo sobre mi ropa y mi cuerpo.
Más tarde, recuerdo ir en camilla por un pasillo del hospital, ver alguna cara conocida, pero claramente no podía enhebrar una frase con sentido. En otro momento estaba en una habitación y al girar la cabeza hacia un lado, observé detrás de un vidrio , la mirada y la sonrisa cómplice de Juan, el novio de Mailén. Era él , estaba segura, pero ¿qué hacía ahí?, al menos Mai estaba acompañada, me dije. En otro instante la voz de Patri, la esposa de Daniel, que me hablaba bajito al oído y me decía que todo iba a estar bien. No tenía preguntas, no tenía coherencia, no entendía nada, pero todo era una secuencia de hechos sin sentido.
Después de un par de días el cuadro empezó a mejorar y pude comprender un poco mejor lo que me había pasado, mientras me alojaban en una habitación común. Hasta entonces había permanecido aislada en un sector destinado a transplantes , donde me visitaban médicos y cirujanos en forma permanente.
La verdad es que no tengo muchos recuerdos de esos dos primeros días, en los que estuve bajo los efectos de la morfina . Poco a poco los iría reconstruyendo con la ayuda de todos los que me cuidaron y estuvieron cerca de nosotros. Un poco con risas, otro poco, con bastante emoción y llanto, es que comenzamos a dibujarlos, como quien arma un rompecabezas lleno de imágenes sin sentido y en los que parece pasaron cosas realmente importantes.
Allí me enteré que mi neutropenia me había producido un cuadro muy grave de infección intestinal, sin defensas, la infección había crecido muy rápidamente . Las caras que yo veía en mi inconciencia, era de diferentes médicos que me evaluaban permanentemente para determinar si debían operarme.
También supe que Gus había quedado solo y angustiado afuera de una sala de emergencias mientras se acercaban al hospital Soledad, su secretaria, y Victoria, para tratar de contenerlo y acompañarlo. Más tarde Mailén, y Daniel y Patricia, tratando como siempre de dar una mano.
Fueron los días más difíciles, pero allí estaban todos mis afectos y mis amores para gritarme su incondicionalidad. De muchos solo supe de oídas, a otros los recuerdo de a ratitos, pero todos estaban allí, donde yo sólo podía sentir. Creo que es por eso que recuerdo los cuidados tiernos de Mai, la mirada pícara de Juan , la presencia energética de Victoria, el sonido suave de la voz de Patri, el amor firme de Gus , las plegarias de Olga , al lado de mi cama y la mano suave de una de las doctoras que me despertaba con cuidado en mitad de la noche. Poco a poco, me fui llenando de presencias y de cuidados, de mensajes y palabras que me llegaban de todos lados, de la presencia de Julián, que a pesar de todo seguía adelante estudiando como podía y diciéndome “mamá vos por mi no te preocupes.”. Allí estaba Gus, buscando desesperadamente escuela, corriendo de uno a otro lado, hablando con médicos, tranquilizando y conteniendo a todos, respondiendo preguntas y volviendo una y otra vez a mi lado, para gritarme su amor.
El haber llegado a una habitación común me pareció entonces , el pasaje más maravilloso a un estado más real, como si repentinamente me hubiera vuelto a conectar con todo lo que me rodeaba y principalmente con la vida. Creo que entonces comprendí cuál era el sentido de tantas drogas mágicas a las que la gente recurre y cuya única intención es la de dibujar una realidad paralela donde no existen registros de las cosas que nos rodean. Más que nunca necesitaba estar conectada con el mundo a mi alrededor y sentirlo en cada poro, sentir los miedos y los dolores casi como un bálsamo y descubrir mis emociones, allí, intactas y dispuestas a dar y recibir lo que hubiera para dar y recibir.
Poco a poco comencé a tomar real dimensión de lo grave que había sido mi situación de salud, no porque me sintiera realmente bien, sino porque había empezado a reunir las piezas que me faltaban para comprender finalmente que mi cuerpo se había defendido con uñas y dientes de una infección terrible, cuando casi no tenía armas para hacerlo. Ciertamente, había sido como aquella pregunta que alguna vez me había hecho para plantearme una meta que valiera la pena alcanzar. Así, como agarrada a un clavo ardiendo, así de firme , me había agarrado a la vida y había sostenido una batalla agotadora.
La conciencia de mi cuerpo al límite de sus fuerzas me produjo una convulsión interna muy fuerte. Me sentía débil, dolorida y extenuada, pero sobretodo, me apabullaba una sensación de angustia interminable que tardó mucho tiempo en desaparecer.
Por ese entonces, descubrí en Mailén , mi niña chiquita y frágil ,a una mujer increíblemente fuerte y tierna, capaz de enfrentar a los médicos con despecho y exigirles la mejor atención que pudieran darme, pero también, capaz de abrirse y mimarme como si fuera lo único verdaderamente importante. Allí estaba ella, tomando mi mano, acariciándome y acostándose a mi lado en la cama , para que pudiera dormirme , hablando bajito a mi oído, como susurrando un cuento. Por momentos , parecía que la historia nos había puesto a jugar otros roles, ella ahora era la mamá protectora y yo era la nena débil y asustada, que necesitaba desesperadamente que alguien la proteja y le diga que todo va a estar bien. Me entregué a sus cuidados con la certeza de haber podido verla por primera vez con toda la magia y la fuerza de la que ella es capaz .
Al comienzo de mi relación con Gus , pasamos algunas épocas bastante difíciles hasta lograr adaptarnos a esto que se suele llamar familia ensamblada. Sin embargo, en varias ocasiones, frente a los comentarios de las personas que me rodeaban , me encontré diciendo que todo había sido bastante sencillo para mí, porque Victoria era una personita muy especial. Ahora habían pasado muchos años desde entonces y allí estaba ella, sentada a mi lado en la cama, convertida en una mujer, y enseñándome que la palabra que se había inventado para describir este vínculo era absolutamente desconocida para nosotras. En estos años, habíamos logrado construir algo más , nos habíamos conocido, habíamos aprendido a querernos, nos habíamos acompañado en diversas situaciones y habíamos comenzado a encontrarnos en muchas de las cosas que compartíamos. Esa energía creadora que me había ayudado a iniciar mi espacio de meditación estaba toda junta allí y a mi lado, con una fuerza increíble , aunque por dentro sea sin dudas , la más frágil y la que más necesita que la apoyen. Cuando ella nació, había peleado por su vida para absorber cada minúscula burbuja de oxígeno y se había aferrado con sus manitos diminutas a lo que la vida le estaba ofreciendo por primera vez. Esa había sido su propia victoria personal.
Entonces , me dí cuenta que tenía una hija más, no porque la haya traído a la vida a través de mi propia sangre, sino que lo había hecho a través del vínculo indisoluble que habíamos creado entre ambas y que estaba plasmado en esos ojos que me sostenían con fuerza una mirada profunda y se cargaban de emoción por las cosas más simples de la vida.
El pasar varios días en el hospital me permitió mirar a mi alrededor y darme cuenta de las dinámicas y las historias que se tejen en los pasillos, los parientes que no se hacen cargo, las angustias de quienes están solos y asustados, las demandas permanentes a los enfermeros, que a su vez están cansados y agotados de sus propios problemas, y la actitud de entrega de muchos otros . Una de esas noches difíciles e interminablemente largas, se escuchaba gritar con desesperación a una mujer muy anciana , pedía ayuda, estaba sola y el estar internada la había afectado sobremanera. Los enfermeros estaban abocados a tratarla y contenerla, pero la situación no era sencilla, las horas pasaban y era imposible conciliar el sueño.
Mailén se recostó a mi lado una vez más, conversamos un rato hasta que finalmente se quedó dormida, acurrucada a mi lado. Mi sensación de angustia era cada vez mayor, quería salir corriendo de allí e ir a refugiarme entre mis propias sábanas, al menos por un rato. Era agotadora la sensación de gente moviéndose por los pasillos, abriendo y cerrando puertas, entrando bruscamente en las habitaciones , como si los demás pacientes fuéramos sólo eso “pacientes” capaces de permanecer quietos e impasibles a semejante demostración de soledad.
En mi caso, la angustia de esta anciana había logrado traspasar mis poros para mezclarse con mi propia angustia, la primera, la más básica , la que siempre había estado allí. Cerré los ojos para tratar de dormir y comencé a buscar entre mis propios recursos algo que me ayudara a relajarme . Traté de recordar alguna plegaria, pero no lograba acordarme como se hacía, empezaba las frases e intentaba una y otra vez, mientras empezaban a caer mis lágrimas, pero no lograba hacerlo. Me enojé conmigo misma por no recordar como se rezaba, en ese momento que deseaba creer que alguien tenía un poder supremo y podía ayudarme a sobrellevar mi angustia, justamente en ese instante había olvidado como era el mecanismo para llamar a su puerta.
Todo me resultaba muy difícil, respirar profundamente y llevar aire a mi centro energético, era doloroso, ya que mi abdomen estaba muy inflamado. Sin embargo, poco a poco , fui entrando en una especie de estado de ensoñación en el que me transporté a una situación de mi infancia, que hacía mucho tiempo había sucedido. En esa situación, me habían llevado a operar de adenoides, absolutamente engañada. Me veía a mi misma en el hospital, rodeada de médicos, siendo sostenida por detrás por una enfermera, y pidiendo a los gritos que alguien me ayudara, mientras una puerta se cerraba, dejando en el pasillo a un padre que asistía a mi dolor sin siquiera percibirlo. Luego vino la sensación de ahogo , del algodón con cloroformo sobre la cara, para dormirme, e inmediatamente comencé a sentir que no podía respirar. Habían pasado mas de treinta años y yo estaba reviviendo la situación como si hubiera ocurrido hace apenas un instante.
Sin siquiera proponérmelo, la angustia de la anciana me había transportado en un viaje por mi propia angustia. Casi como en un ejercicio psicoanalítico, abrí los ojos y todo me pareció mucho más claro. La sensación de opresión , comenzó a ceder y pude comenzar a respirar profunda y armoniosamente por primera vez , para relajarme y caer en un sueño profundo.