Fabiana

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"Una historia esperaba para ser escrita, escondida detrás de años enmarañados y desprolijos, donde se fueron tejiendo múltiples fantasmas, que amenazaban a cada instante con golpear la realidad. Una historia esperaba a que una mujer se atreviera a desgajar momentos y a enfrentarse con aquellas cosas que habían, poco a poco, cargado cada instante de significado. Una historia, una mujer, la vida."

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Amo la Vida - Del cáncer a la transformación - (Parte XXIII)

XXIII


Durante los meses siguientes mi corazón de recuperó para realizar la última aplicación de quimio, continué realizando las comprobaciones a la Ley de Atracción , cada vez que me resultaba posible, intentaba con pequeños objetivos , concretos, cercanos y a veces me animaba a jugar con algunos un poco más lejanos. Los espacios diarios de meditación se habían transformado en un tiempo propio, donde todo desaparecía para que yo pudiera encontrarme con las cosas que fluían dentro mío. En ocasiones sólo llegaba a relajarme, en otras, entraba inmediatamente en un estado profundo de meditación, donde todo se transformaba en paz y quietud.
En esos mágicos momentos aparecían aquellas cosas que uno llama emociones y que tanto cuesta nombrar, porque resulta difícil mirarlas de frente y recorrerlas por completo hasta saber con bastante certeza de que se trata. A veces vivimos poniendo nombres equivocados, llenándonos de palabras para describir lo que en realidad aún no conocemos, pero cuando uno logra aquietar la mente, dejar de que los pensamientos y los deberes inventados fluyan unos tras otros y desaparezcan, aparece la quietud, y junto a ella surgen de a poco todas aquellas cosas de las cuales nos escondemos a diario. Si hay angustia, si hay tristeza, si hay placer, si sentimos plenitud o cualquiera de las emociones que nos invaden cotidianamente, de manera natural nos sumergimos en ellas como en un río y nos dejamos llevar por la corriente, es ahí, cuando dejan de ser necesarias las palabras para denominarlas.
En muchas oportunidades esto resultaba tan sencillo como necesario, cuando descubría que algo me estaba alterando y no sabía bien por qué , buscaba el momento para relajarme y meditar todo el tiempo que pudiera o necesitara. A veces estos momentos me servían para realizar afirmaciones sobre aquello que deseaba lograr y para plantear nuevas metas , algunas de las cuales me parecían tan lejanas e inaccesibles que me resultaban parte de un juego. Sin embargo, poco a poco fui entendiendo que estas visualizaciones eran para mi curación, fundamentales.
Cuando uno se plantea una meta a largo plazo, y se imagina haciendo aquello que desea, a veces logrando algún objetivo imposible o tan solo disfrutando de algo que ansía del futuro, está poniendo en marcha una serie de acciones imperceptibles que llevan a esa meta.
En este período me han sucedido cosas asombrosas e increíblemente imposibles de transmitir, tales como imaginar las palabras exactas que me diría alguna persona, recorrer lugares que aún no se encontraban construidos y soñar con seres que aún no conocía y que mágicamente fueron apareciendo en mi vida.
Establecer un corte con la enfermedad fue parte de un proceso muy costoso emocionalmente, dejar atrás los beneficios que el estar enferma traía a mi vida y encontrar otras maneras de obtenerlos, era en si mismo un aprendizaje que debía atravesar. Mantener espacios, tiempos , rutinas, placeres, nuevos hábitos, encuentros y logros, eran mi desafío. Podía plantearme nuevas preguntas y moverme en búsqueda de las respuestas, aunque no estuviera segura de cuales serían las que hallaría en mi camino.
Poco a poco fueron llegando los controles para despejar algunas dudas, algunos resultaron maravillosamente bien y otros, mostraron incipientemente algunas células que no deberían estar en el lugar que estaban, quizás como restos de la mastectomía, , quizás para recordarme que los aprendizajes deben continuar, o simplemente porque era el momento en que mi piel se había recuperado lo suficiente para recibir los rayos que hacía unos meses decidieron no darme.
Entonces elegí una vez más, entre mis muchas opciones, pensar que la piel de la mama se había tomado un tiempo para reconstituirse, fortalecerse y seguir adelante. Los rayos podían ser perjudiciales, pero yo tenía la certeza de que eran una bendición para cada una de mis células enfermas, esas que aún se resistían a abandonar mi mama.
Por ese entonces habíamos planificado un viaje muy esperado a París, me había reintegrado a mi trabajo en la escuela , había comenzado a escribir un blog contando mi experiencia con el cáncer de mama y seguíamos soñando con el proyecto de la nueva casa, cada vez mas avanzado. Me encontraba más activa que nunca, todas las mañanas me mantenía placenteramente ocupada en darle a mi cuerpo el tiempo que hacía rato le había negado, llenándolo de clases de pilates, yoga y natación.
Comencé a realizar las sesiones de rayos, de una manera natural, solicitando un horario a la salida de la escuela y tratando de comprender las cosas que pasaban a mi alrededor. Hacía muchos años había recibido rayos en la mama, cuando tuve cáncer por primera vez. En esa ocasión me resultaba muy violento y angustiante ver a otros enfermos recibiendo radiación y me preguntaba constantemente cuándo iba a terminar con las aplicaciones, mientras pedía horarios extravagantes para asistir a mis sesiones y no cruzarme con demasiados enfermos mientras esperaba.
Esta vez era distinto, ansiaba los encuentros, deseaba hablar con otros y compartir la experiencia, tenía la firme necesidad de transformar estos momentos y contagiar la energía que sentía, pero fundamentalmente de dar y recibir .
El primer día de la aplicación esperaba sentada en la sala y al levantar la vista me encuentro con unos ojos hermosísimos y muy bien delineados, que hacía algún tiempo habían estado enmarcados por una cabellera ahora inexistente. Inmediatamente comencé a preguntarme de dónde nos conocíamos, ya que esa mirada me resultaba sumamente familiar. Al poco tiempo , me doy cuenta de que esa mujer que estaba frente mío, con bastante temor y un sinnúmero de dudas dibujadas en el rostro, aferrándose a la mano de su marido, había sido quien hacía unos meses me había cedido un lugar para ver a la oncóloga, entonces yo no tenía turno y necesitaba hacerle una consulta. En ese momento habíamos cruzado unas pocas palabras, ella estaba por comenzar las aplicaciones de quimioterapia y conversamos sobre eso. Al reconocerla, me acerqué, la saludé y le dije al oído que estaba preciosa, que se la veía muy bien sin su cabello y que me alegraba que tuviera tantas ganas de arreglarse. Sus ojos brillaron , comenzamos a hablar y a vernos en los días subsiguientes, hasta incorporar a otras mujeres en las charlas. Compartíamos recetas que seguramente nunca pondríamos en práctica, nos escuchábamos hablar de nuestras historias y nos divertíamos con anécdotas de nuestras rutinas. Poco a poco logramos transformar esa sala de espera en un encuentro de amigos, nos alegramos de los logros de cada una y los aplaudíamos como si se tratara de cumpleaños cotidianos, pero fundamentalmente nos abrimos a compartir, a ese increíble dar y recibir que yo tanto deseaba. Allí corroboré que a cada uno de esos seres podía darles algo que yo había construido y que ellos necesitaban, cosas únicas que estaban allí esperando pasar de unos a otros. Pero asimismo, me abrí a recibir cada una de las cosas que estaban allí para que yo las tomara y las hiciera mías. Fueron intensas lecciones de vida que cada día me conmovieron por su fuerza y su valor, así como con el empuje con el que habían decidido enfrentar el cáncer.
Nuestro viaje a París se había postergado, probablemente porque no era el tiempo de llevarlo a cabo, porque finalmente , cada cosa tiene “su” momento y uno debe aprender a esperar que estos surjan sin forzarlos . Sin embargo continué diariamente visualizándonos de la mano , caminando a orillas del Sena, recorriendo los jardines de los palacios e imaginando las obras de arte que miraría hasta el cansancio .
Durante las sesiones de rayos, que se extendieron por el lapso de poco mas de un mes, conocí gente increíble. De manera simultánea había mantenido la rutina de escribir en el blog , en el cual había decidido contar mis vivencias personales, con la esperanza de que detrás de alguna pantalla hubiera quienes pudieran interesarse en conocerla. Por ese entonces, tomé real conciencia de lo increíble del Cyber espacio, de lo que maravillosamente se ve transformada la comunicación humana a partir de estos intercambios. He recibido mensajes de distintas personas, algunas atravesando la misma situación, otras, recorriéndola junto a un ser querido y buscando alguna forma de ayuda, pero en algunos casos, con seres conmovidos y sensibles que siguieron cada uno de los comentarios que yo realizaba, respondiendo con mensajes de apoyo y aliento.
En ocasiones no podía creer el alcance que había logrado con mi historia, que en primer lugar había resultado de fundamental ayuda para mi propio proceso curativo, y ese era mi primer objetivo, pero también había logrado llegar a otros, traspasar mis propias fronteras tan sólo para entregarle lo que yo había construido y quizás ellos podrían tomarlo para cambiar algo de sus vidas. Ese feedback que se generó me resultó increíble, porque fue tomando una fuerza arrolladora, que traspasó las distancias reales para lograr que cada mail y sus respuestas fueran como una charla de café entre amigos de siempre.
Estos espacios donde las historias se comparten surgen naturalmente, porque hay seres que necesitan de ellos, no para hablar de sus enfermedades y patologías, sino para compartir con otros los temores, las angustias, las cosas que el cáncer genera y que van más allá de las células mutadas y las metástasis. Son esas cosas que quienes no atraviesan la situación, no llegan a comprender totalmente , porque la muerte da mucho miedo y la angustia de que todo puede terminarse de repente , no nos permite usar palabras para nombrarla. Por eso nos protegemos y no hablaos de cáncer, sino de “la enfermedad”, por eso hacemos de cuenta que los temores no existen y que en realidad no hace falta hablar de muerte, porque “eso” nunca va a pasar, por eso somos vulnerables y preferimos mirar hacia otro lado, para no encontrarnos con aquello que marca la finitud humana como algo tangible.
Sin embargo, quienes atravesamos el cáncer, necesitamos hablar de que tenemos miedo de morirnos, con seres que nos escuchen y no intenten ser condescendientes o lo nieguen como una posibilidad. A veces sólo necesitamos dejar de ser enfermos por un rato para recuperar la vida que veníamos llevando, donde nadie pregunte por el último control o por los avances en el tratamiento y que se atrevan a preguntarnos por nuestros proyectos y nuestros sueños.
Pero esto también abarca a nuestras familias que pacientemente acompañan todo el proceso, que contienen, que aprietan fuerte la mano cuando no podemos sostenernos, que acarician cuando deseamos un mimo, que escuchan una y mil veces lo que llevamos dentro y que han estado incondicionalmente a cada paso, para hacernos sentir un poco menos solos en el dolor de estar enfermos. Todos los que nos rodean también necesitan un espacio para largar sus propias angustias y dejar la mochila de lado de vez en cuando, permitiéndose seguir la vida , con cada una de las maravillas que esta trae.
En estos encuentros , también aparecen todas la cosas no resueltas, los reclamos, las ausencias, las cuentas por saldar, las que buscan un espacio para encontrarse y salir a la luz.
Considero que hay quienes rehúyen de estos encuentros, como si escuchar las historias de otros, los hagan sentirse más enfermos de lo que pudieren estar, pero todo es respetable, todos tenemos nuestros propios tiempos para hacernos cargo y nuestros propios recursos para salir adelante.
Una tarde en la sala de espera, se me acerca una mujer y me pregunta por mi nombre “¿vos sos Fabiana?”,e inmediatamente se presenta y comenzamos a hablar. Gloria me había conocido por el blog, ella estaba acompañando a su marido en tratamiento y habíamos coincidido casualmente en el horario de la aplicación. Algo en mi discurso la había remitido a mis palabras en el blog y había permitido que nos encontráramos. Pasamos un buen rato conversando cada uno de los días que nos encontramos en la sala de espera, y esos encuentros casuales me llenaron de amor y energía, con toda la fuerza de una mujer que recorría casi a diario una distancia increíble para acompañar a su esposo , mientras ponía toda su garra para sostener su hogar, trabajar y cuidar de su pequeño hijo.
Llegó el día en que escuché a mi médico repetir la frase que había imaginado, exactamente igual que en mis visualizaciones “te doy vacaciones”, mientras me tomaba de la mano una vez más y me abrazaba con la certeza de quien puede relajarse un rato , luego de una intensa y difícil partida de ajedrez, como nos ha gustado llamar a cada uno de los pasos que hemos ido dando en este tratamiento.
También llegó el día en que subí uno a uno los escalones de la casa que habíamos proyectado hacía más de un año, pacientemente hasta el sexto piso, esa que construimos sobre la anterior, derribando paredes, construyendo cimientos y bases sólidas , cuando decidimos seguir adelante ante la pregunta”¿ y ahora qué hacemos? ¿seguimos con el proyecto?”. La respuesta , entonces, no tardó en llegar, era clara y sencilla, “seguimos con nuestros sueños y nuestras vidas, caminando juntos, por el tiempo que tengamos juntos“. Así de simple y así de sincero, como lo veníamos haciendo desde el comienzo.
A medida que subía cada uno de los escalones, iba recorriendo con la mirada, las paredes que alguna vez habían sido mías, en algunas todavía podían verse los rastros de las sillas, los dibujos y las marcas de algún espejo que ya no estaba. Todas esas habían sido nuestras paredes, nuestros espacios. Cuando subí el último escalón, con una sola mirada supe inmediatamente que ya había estado ahí mismo, en ese lugar, era tal cual lo había visualizado hacia más de un año, cuando empezaba a soñarlo. Allí estaban los cuartos y las vistas llenas de sol de cada una de las ventanas, allí estaban los pedazos de un sueño que se había vuelto realidad. Habíamos logrado seguir soñando, pero también habíamos logrado construir sobre lo que ya teníamos, con todo lo que simbólicamente eso representaba, nuevas paredes, nuevos cimientos, nuevas historias y una nueva mirada desde lo alto, que permitía ver más lejos y más profundamente.
Me detuve a llorar y a empaparme de lágrimas cargadas de significados por la magnitud de todo lo que nos estaba pasando, porque repentinamente había logrado darme cuenta de todo lo que había aprendido en este último tiempo y de la fortaleza que eso representaba para cada uno de nosotros. Más tarde vería las analogías entre estos procesos, de una manera tan clara que me resultarían increíblemente maravillosas.
Cada uno de los controles posteriores se transformaron en encuentros enriquecedores, en los que decidí no preocuparme tanto por las respuestas de cada uno de los estudios, sino confiar en las ganas de vivir que llenaban mis días.
Tuve múltiples respuestas al blog, todas únicas, todas distintas, todas increíblemente maravillosas de gente totalmente desconocida. Con algunos seguimos escribiéndonos asiduamente, como si ya nos hubiéramos encontrado , hace muchos años. En muchos casos se ha transformado en una extensa forma de agradecer lo mucho e intenso que he recibido, y que aprendido a compartir. Pero este agradecer diario de cada mañana, mezclado con el sueño profundo y los ojos apenas entreabiertos se han vuelto fundamentales para comenzar cada día. Cada maravilloso día. He aprendido también a no tratar de juzgar a la gente ni a realizar numerosos intentos por abarcarlas con mis múltiples explicaciones sobre casi todo, con la certeza de quien tiene la verdad en sus manos. He tratado de simplemente entregar aquello que podía dar a quien quisiera tomarlo, pidiendo lo que necesito cada vez más claramente y abriendo espacios para lo que aún no sé o sencillamente no puedo hacer. Por esa razón pude comenzar a disfrutar de un trabajo que amo, en un rol que fui descubriendo, poco a poco, entregándome a las cosas de los chicos, a sus mágicas ocurrencias y a sus oportunas preguntas, con una sonrisa divertida y dispuesta a sentir placer.
En esa magia increíble me encontré un día frente a un chiquito de cuatro años que me vino a plantear muy suelto y sin tapujos: “ ¿ vos sabés que fulanito dice que sos pelada? , haciendo clara alusión a mi incipiente pelo, que yo no intentaba siquiera ocultar. Me reí un rato, pensé en la respuesta que iba a dar y me dirigí a la maestra de la sala, pidiéndole permiso para conversar algo con el grupo. Nos sentamos juntos y les conté un poco divertida acerca del comentario, nos reímos entre todos y les expliqué claramente que había hecho un tratamiento para curarme de una enfermedad que me había hecho caer el pelo, me hicieron preguntas, les di respuestas claras y sencillas y les expliqué que prefería que no me llamaran “pelada” cuando no podía escucharlos. Lo entendieron perfectamente, jugaron a imaginar conmigo las formas en que podía salir mi cabello futuro, las nenas imaginaron colores increíbles y algunas veces hasta me prestaron una gorra .
La maestra asistía pasmada a la situación, habíamos hablado del cáncer, sin dolor, sin temores, dando una clara señal de vida y desdramatizando todo hasta el punto de reírnos juntos de muchas cosas, que a los adultos los dejan sin palabras.
Me gusta pensar que estas cosas educan y dejan un mensaje, porque también son parte de la vida, porque nadie está ajeno a ellas y porque compartirlo sigue siendo lo que permite perder el miedo.
Por eso en las salas de espera de rayos leímos cuentos con T. de cinco años, hincha fanático de Racing, que esperaba igual que yo a que le tocara su aplicación . Las caras de sus papás a diario me transmitían el dolor de quien desearía estar en el lugar de su propio hijo , de la desesperación de quien no puede hacer más, y el agotamiento de esos ojos cansados de tanto sostener. Por eso un cuento a tiempo, cuando las miradas generales eran de compasión, por eso las ganas irrefrenables de llenar estos espacios de vida, porque podemos transformarlos y seguir nuestro camino, por el tiempo que nos toque recorrerlo.

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