Fabiana

Mi foto
Argentina
"Una historia esperaba para ser escrita, escondida detrás de años enmarañados y desprolijos, donde se fueron tejiendo múltiples fantasmas, que amenazaban a cada instante con golpear la realidad. Una historia esperaba a que una mujer se atreviera a desgajar momentos y a enfrentarse con aquellas cosas que habían, poco a poco, cargado cada instante de significado. Una historia, una mujer, la vida."

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Amo la Vida- Del cáncer a la transformación (Parte XXII)

XXII


Cada día se había transformado en un aprendizaje , en algo por descubrir sobre mi misma, como si se tratara de una historia en la cual poco a poco iba conociendo a los personajes, adivinando sus gestos e interpretando miradas. Todo sucediendo , casi, por primera vez.
Mi recuperación se me antojaba por momentos, demasiado lenta, quería correr hasta llegar a la siguiente etapa, siempre apurada por un tiempo interno que me señalaba que debía sentirme bien, salir y caminar, como si nada hubiera atravesado mi cuerpo.
Sin embargo, en este redescubrir el mundo, estaba decidida a no saltearme nada, buceando en mis emociones y sincerándolas hasta llegar a comprenderlas y hacernos amigas.
Así, poco a poco fui retomando mis ansiadas “rutinas”. Volver a terapia era mi primer desafío, no tanto por la necesidad interna de revisar cada una de las emociones que había descubierto en mí, sino para escucharme poner en palabras algunas cosas que nunca había podido enfrentar.
Finalmente allí me encontraba una mañana, pidiéndole a Julián que me acompañara un par de cuadras hasta el consultorio de la psicóloga, ya que me costaba mucho esfuerzo caminar y aún estaba bastante dolorida. Ese mismo Julián , que me visitaba a diario en el hospital y que casualmente un día, se había cruzado con mi terapeuta que se había acercado a verme. “¿Ese es Juli ?“, me preguntó cuando nos quedamos solas. Hasta entonces no había logrado ver que ese “Juli “ de mi discurso se había transformado en un hombre corpulento, bastante más alto que yo, que había dejado de ser un nene hacía rato. Esa pregunta me había llevado a pensar ¿es así como yo me lo represento internamente? Evidentemente, algo había cambiado internamente , en mi propia mirada.
Esas cuadras hasta el consultorio, me parecieron eternas, pero se transformaron , en si mismas , en un espacio y un tiempo diferentes, en el que le permití a mi hijo acompañarme y sostenerme, conversando con él sobre las cosas sencillas de siempre.
Enseguida de haber salido de casa, me mira y me dice : “ mamá, saliste sin la peluca…, ¿no te da cosa….?” Mi respuesta salió clara y firme, “esta soy yo, esto es lo que me pasa “. Él me estaba queriendo proteger de la mirada complaciente y lastimosa del afuera, porque alguna vez yo le había enseñado que eso era importante, que la mirada del otro era importante para mí.
A partir de allí, conversamos esas dos cuadras sobre lo que necesitaba cambiar y en como debía transformar aquellas cosas que me habían hecho daño.
Siempre había estado allí, la mirada del “otro”, exigiendo, juzgando, censurando, marcando errores, prolijamente construida a lo largo de muchos años. La mirada del otro parecía ser más importante que mi propia mirada, y estaba allí presente a lo largo de mi historia para marcarme una y otra vez todo lo que me salía mal. Eso se había transformado en una suerte de autoexigencia suprema, en una necesidad de cumplir imperiosamente todos los mandatos y de buscar permanentemente la aprobación de los demás.
Pero la imagen del espejo me había mostrado que esa persona segura, independiente y desenvuelta era un ser frágil que buscaba ser querida por sobre todas las cosas. Allí estaban las cosas que debía revisar una y otra vez hasta transformarlas, hasta que “esa mirada” perdiera fuerza y se fuera desdibujando poco a poco ante otra más fuerte y potente, que surgía de mi propio ser interior.
Como siempre, me entregué a mi espacio terapéutico, con la necesidad de encontrar mis propias respuestas, muchas de las cuales intuía ; otras , las iba aprendiendo poco a poco y algunas , llegarían con el tiempo.
Mis días, eran espacios abiertos que podían llevarme a distintos lugares posibles. Apenas podía moverme con comodidad, pero mi mente estaba más alerta y despierta que nunca. Me dediqué con pasión a la lectura, trasladándome apenas unos metros hasta el parque, con una reposera, para ubicarme debajo de algún árbol a llenarme de energía, leer y observar a mi alrededor. Por ese entonces, me había encontrado con un libro de Elizabeth Gilbert “Comer, rezar, amar” , que me resultaba fascinante y me acercaba la experiencia personal de la autora , sobre su propia búsqueda interna. Me resultaba muy difícil meditar como lo venía haciendo cotidianamente con Sofía , el cuerpo me había marcado sus límites de una manera muy precisa, pero recordaba que Simonton en su libro recomendaba intentar las relajaciones aún cuando las personas enfermas se encontraran postradas en una cama. Mi desafío se trató entonces, de encontrar la manera de serenar las molestias de mi cuerpo , atravesado por el cáncer y la medicina tradicional, acompañarlo en cada movimiento y ayudarlo a relajarse poco a poco.
Las primeras veces me resultaba muy difícil, tenía la cintura muy dolorida, el abdomen tenso y la respiración muy agitada, sin embargo, buscaba un tiempo y un espacio en el que pudiera hacerlo , para dedicarme a pequeños objetivos. Primero relajar pequeñas partes del cuerpo, luego ir incorporando otras hasta llegar a relajarlo todo por completo. Más tarde, controlar la respiración , e ir aumentando la cantidad de aire que ingresaba a mi cuerpo a medida que podía hacerlo.
Poco a poco me di cuenta que podía alcanzar esos pequeños objetivos y que mi cuerpo se iba recuperando hasta alcanzar su dinámica habitual. Hasta ese momento, nunca había tomado conciencia que mi energía fluía más allá de lo imaginable, aún, cuando mi cuerpo se mostraba dolorido y cansado. Entonces, ¿ de dónde surgía esa energía? Yo no lograba ubicarla en ningún espacio de mi cuerpo, sentía que había una relación directa entre mis emociones y sentimientos y aquello que me recorría de punta a punta, aún cuando no pudiera moverme. Pero ¿dónde estaba esa energía? ¿ cómo era posible que tuviera tanta fortaleza y que esta pareciera no tener límites?
Allí me encontraba , sumergida en una serie de descubrimientos internos que revolucionaban mis creencias más antiguas, pero a la vez, generando una fuerza interna que me acompañaba todo el tiempo.
En algunos momentos me planteaba seriamente la posibilidad de que mi cuerpo no pudiera llegar a acompañar este crecimiento espiritual,¿qué opciones tendría entonces? .Eso me generaba dudas y temores; a veces mucha angustia, y en otras ocasiones , sencillamente parecía no importarme demasiado. Entonces volvía a revisar una y otra vez cada una de mis alternativas , podía limitarme a esperar una recuperación mágica, como si todo dependiera de un milagro , que quizás podría no llegar a suceder jamás, o aprovechar cada uno de los momentos que tuviera que vivir , para seguir aprendiendo . Seguía sin estar dispuesta a ser una enferma quejosa , que describe sus síntomas una y otra vez , al tiempo que se acomoda tranquilamente en una cama para tomar el control remoto , maldiciendo su mala suerte y esperando que le llegue el fatídico momento .
Me detuve a pensar que así como no elegimos vivir, ni la familia en la que vamos a nacer, tampoco elegimos el momento en que vamos a morir, ni la manera en que esto va a suceder. Sin embargo, tenemos la magia en nuestras manos , de como vamos a vivir cada uno de los instantes que nos toque atravesar. Esa magia, nos permite elegir, crear, descubrir, aprender y volver a empezar, las veces que sea necesario. Esa iba a ser mi opción, mi propia magia interna, esa era la manera en que había elegido vivir cada uno de mis días , sin saber ni preguntarme cuántos iban a ser, ni si iba a tener el tiempo suficiente para mis ansiados proyectos, ni siquiera con quien los iba a vivir. Poco a poco fui desterrando los “para siempre” y los “ jamases”, para enviarlos al lugar donde había decidido guardar el “no voy a poder” .
Decidí vivir , agradeciendo cada mañana abrir los ojos y poder disfrutar de lo que ese día me deparara , con sus maravillas y sus obstáculos, pero dispuesta a no dejar de pasar por cada día como si éste no hubiera existido.
Inevitablemente, el tiempo dejó de ser importante, ya no importaba cuánto más iba a quedar por delante de mis propios pasos, ahora “mi” tiempo , era propio, personal, único, eran mis sueños y mis deseos, mis necesidades y mis propios ritmos, las ganas de dar y de recibir , a cada uno de quienes me rodeaban.
El tema de la muerte había aparecido en mi vida de una manera palpable y posible, lo llevaba conmigo a la terapia, lo hablaba en pequeños diálogos con quienes mas cerca tenía, pero cuando me encontraba sola con mis propios temores, trataba de enfrentarlos y desmenuzarlos hasta que desaparecieran por completo.
De manera muy lenta y casi cuidadosa, mi cuerpo empezó a recuperarse de sus dolencias , mientras yo trataba de acompañarlo en su recuperación, dejando fluir mi energía y mis ganas, llenándome de proyectos y retomando mis clases de gimnasia expresiva poco a poco, casi como aprendiendo cada movimiento por primera vez.
La ley de atracción se había incorporado a mi vida a través de “El Secreto”, al principio con bastante incredulidad .Me había dedicado a leer detenidamente la recopilación de pensamientos de grandes filosos y pensadores al respecto. Ciertamente, hacía cientos de años que se habían enunciado algunos conceptos que hacían referencia a la fuerza de la atracción y su importancia y allí me encontraba yo , tratando de descubrir de que se trataba eso de lo que tanto había escuchado hablar.
En esos días de controles médicos permanentes y augurios no muy prometedores, me encontraba evaluando la posibilidad de realizar la última quimioterapia. Mi oncóloga había anticipado que mi corazón estaba débil por la toxicidad que las drogas habían dejado en mi cuerpo , y no estaba segura de que pudiera completar el ciclo de tratamiento.
Sin embargo, y muy a pesar de los pronósticos poco alentadores, estaba decidida a seguir adelante y a lograr que mi cuerpo y cada una de sus células se recuperaran completamente. Había encontrados millones de motivos para seguir adelante y no estaba dispuesta a resignar ninguno de ellos por una sentencia negativa de la medicina.
En la última internación me habían realizado un sinnúmero de procedimientos invasivos , que me habían dejado exhausta y con ganas de proteger mi cuerpo de todo aquello que implicara un nuevo avance de la ciencia en pos de un diagnóstico certero. A pesar de haber realizado numerosas tomografías y resonancias, el sólo hecho de imaginar el líquido que debía ingerir para el contraste y los eternos minutos dentro de un aparato de alta complejidad, que no hacía mas que emitir unos chillidos insoportables mientras yo debía permanecer inmóvil y prácticamente encerrada, me predisponían de tal modo que me sentía mal, aún antes de realizar el estudio.
Había decidido probar “El Secreto” en algo concreto y tangible, mi próxima tomografía, pero ¿cómo saber cuales eran los pasos concretos que debía realizar? Volvía una y otra vez a releer los capítulos hasta comprender finalmente de que se trataba esta maravilla de la “ley de atracción” y como siempre “aprender” algo nuevo me deslumbraba . Estaba decidida a intentarlo una vez más.
La ley de atracción sostiene que hay básicamente dos tipos de emociones que determinan nuestros pensamientos y nuestros actos, un primer grupo de aquellas estaba conformado por infinitas formas negativas como el odio, el rencor, las frustraciones, la culpabilidad y todo aquello que nos hace sentir mal . Estos sentimientos atraen otros similares y determinan que todas nuestras vivencias queden opacadas por la baja frecuencia que emitimos a nuestro alrededor y hacia quienes nos rodean. Cuando uno funciona en estas bajas frecuencias, todo parece salir mal y pareciera que no dejaran de sucedernos cosas negativas.
A lo largo de mi vida, había conocido un sinnúmero de personas funcionando en esta baja frecuencia . Todos ellos parecían signadas por la mala suerte. Nunca lograban concretar lo que se proponían, y los obstáculos aparecían frecuentemente, aún cuando parecían estar a punto de alcanzar los objetivos.Todos quienes estaban a su alrededor les devolvían la imagen de más y más frustración, los vínculos de afecto parecían ser intrincados, complejos y dolorosamente vacíos . Las personas que funcionan en estas bajas frecuencias parecen recibir lo mismo de quienes están a su lado, tienen relaciones que no desean y están repletas de reclamos por aquello que no reciben . Ciertamente, había crecido rodeada de estas bajas frecuencias, en las que los mensajes muy claramente decían que las cosas “siempre” se consiguen con un trabajo muy duro y constante y que el camino para lograr aquello que uno desea esta decididamente reñido con el placer. Finalmente, cuando el logro estaba allí para tan solo disfrutarlo, nunca era tal y se desdibujaba detrás de esa conocida sensación de ¿para qué era que quería llegar hasta este punto?. Esa pregunta nunca tenía respuesta, porque uno debía comenzar una y otra vez a caminar en pos de nuevos deseos que conducían irremediablemente a lugares indeterminados.
La Ley de Atracción hablaba también de otros seres, que funcionaban en frecuencias que irradiaban luz y energía positiva, los que se recuperaban una y otra vez de situaciones difíciles, los que se habían compenetrado tanto de sus metas, pero éstas parecían venir hacia ellos casi sin esfuerzo alguno. Cuando pensaba en estos seres no hacía más que imaginarme en esa persona especial que acompañaba mi vida, Gus, mi compañero de ruta quien había demostrado ser una de esas personas increíblemente afortunados , a las que algunas cosas parecían sucederle de manera sencilla y meramente azarosa . Él derrochaba una suerte de optimismo generalizado y una fuerza interna que arrasaba con todo a su alrededor. Lo había visto enfrentar situaciones , cargado de una energía y un optimismo envidiables. Aquello que a cualquier ser humano sencillamente lo dejaría tendido en una cama a Gus lo movilizaba de manera suprema hacia adelante, primero un paso, luego otro y otro y así sucesivamente. Había observado como iba en pos de cosas realmente imposibles, con la certeza absoluta de que las iba a lograr. Así de sencillo , sin preguntarse siquiera cómo iba a lograrlo.
Me propuse intentar el cambio. Al fin de cuentas, había obtenido numerosas certezas en toda esta etapa de aprendizaje que me había regalado el haberme enfermado de cáncer.
El día que tenía la cita para realizar una nueva tomografía decidí poner en práctica mis nuevos descubrimientos. Comencé a formular de manera intencional una serie de afirmaciones, relacionadas con el estudio que debía realizar, “ la tomografía será rápida y sencilla, transcurrirá sin molestias e inconvenientes y rápidamente podré irme a casa a seguir con mi rutina de lectura” , sin permitir ni un atisbo de dudas al respecto . Asimismo me imaginaba el líquido para el contraste con un sabor delicioso, ingresando por mi boca y convirtiéndose en un bálsamo que me llenaba de energía renovadora. Había llegado a visualizar estas situaciones, como si fueran reales y tangibles, de tal modo que habían logrado perder la carga negativa que las mismas habían arrastrado desde hacía unos meses.
Las afirmaciones no eran sencillas, pero se fueron incorporando como un hábito saludable en cada una de mis acciones cotidianas.
Al llegar al hospital para realizar el estudio, me entregaron la jarra del líquido de contraste y me señalaron un lugar donde debía esperar mi turno. Me senté, tomé el libro de “El Secreto” y comencé a tomar beber pequeños sorbos, mientras hojeaba distraídamente sus páginas. Era el mismo líquido , pero esta vez sabía realmente diferente. El mismo que me provocaba náuseas con sólo sentirlo cerca ahora esperaba pacientemente a que terminara de beberlo. De manera inmediata apareció una técnica que me preguntó si ya estaba lista para el estudio, a lo que yo respondí que aún no había terminado de tomar el líquido. Simplemente lo mira y me dice que era suficiente, que con lo que había tomado bastaba para el contraste. Un poco atónita y otro poco agradecida, me pregunté interiormente por qué razón esta vez todo parecía resultar tan simple y sencillo.
De manera casual la técnica dirigió una mirada hacia el libro que sostenía entre las manos y me dice “ es genial, todo sucede tal cual dice ahí”, refiriéndose claramente a “El Secreto”.
El estudio transcurrió rápidamente, y sin ninguna complicación, las imágenes resultaron tan claras que no fue necesario demasiado tiempo para que los médicos pudieran obtener aquello que necesitaban.
Al salir del consultorio me sonreía al pensar en cuán diferentes habían sido las cosas esta vez, algo había cambiado, algo se había transformado para perder poder y dejar espacio al juego de creer que pueden ocurrir las cosas con sólo desearlas.
Tal vez había sido eso, tal vez mi energía positiva había traspasado los límites racionales para volverse mi aliada, o simplemente, la Ley de atracción era tan fuerte y poderosa , que resultaba sencillo pedir, soñar, desear y simplemente entregarse a todo lo bueno que la vida tiene para regalarnos.

No hay comentarios: